"El preceptor.
Un caso de educación criminal en Alemania", un incidente de violencia
física contra dos alumnos en la Alemania de 1903, suma elementos en la búsqueda
de las raíces del nazismo. Entrevista con Michael Hagner, el autor.
Es un mediodía
brillante en Berlín. Los libros de la Autorenbuchhandlung del elegante barrio
de Charlottenburg están ordenados de forma tan armónica que uno teme desarmar
la escena al tomar uno. De todos modos, el vendedor ilustrado de la librería
encuentra El preceptor en un anaquel, lo saca de la fila y me señala la foto de
Michael Hagner. "Así lo podrá reconocer", me sugiere. Pocos segundos
después, aparece el autor alemán que hoy vive en Suiza y que se muestra feliz
de estar en la ciudad de su juventud. Pide una ensalada con quesos y frutas y,
aunque conserva el gesto amable, su rostro se transforma para hablar de un
capítulo inicial de la historia de la barbarie de su país.
En octubre de 1903,
el joven Andreas Dippold, de 23 años, estudiante de derecho, que solía trabajar
como tutor, fue acusado de haber golpeado tanto a dos alumnos (hermanos entre
sí) que uno de ellos muere a causa de esa violencia en la casa misma donde la
familia vivía, retirada de la "contaminación" de la ciudad. El
"preceptor" se defiende y dice que esa era la única manera para
impedir el vicio principal de sus discípulos: la masturbación. Dippold fue
condenado a sólo 8 años de prisión. El caso y la condena escasa motivaron un
debate en la sociedad alemana anterior al nazismo y de ese modo se comenzó a
hablar de dippoldismo para referirse a la violencia de motivación libidinosa,
la excitación sexual que proviene de someter a castigo físico a los niños. De
esto se trata El preceptor, una reconstrucción ensayística de un hecho real. Y
de esto habla Michael Hagner.
-¿Podríamos decir
que este libro tiene una conexión directa con la memoria alemana?
Solía tenerla, pero
la historia quedó completamente en el olvido. Estuvo presente a principios del
siglo XX y esto continuó hasta los años 30. Quizás hubo una interrupción en
1933, cuando los nazis llegaron al poder porque suprimieron e interrumpieron la
ciencia del sexo y todo lo relacionado con el discurso sobre la sexualidad.
Destruyeron el Instituto para la Ciencia Sexual y toda la bibliografía
relacionada con la sexualidad. Con esta interrupción, el recuerdo del caso
Dippold también desapareció de la memoria de la gente. Pero estuvo muy presente
durante 20 o 30 años.
-¿Cuándo se dio
cuenta que había encontrado una historia para contar?
Decidí escribir
este libro cuando encontré los documentos en los archivos. Me di cuenta de que
esta historia era muy rica y estaba muy bien documentada desde distintas
perspectivas. El punto de vista con el que contaba previamente era, en primer
lugar, el de la prensa escrita; y el segundo el de los científicos:
psiquiatras, pedagogos y criminólogos. Estaban los puntos de vista de la ley:
del juicio, la defensa y la fiscalía. Y, además, las posiciones de los propios
actores: Dippold, su familia y algunos testigos. Pienso que es un libro que
debe ubicarse en los estantes de no ficción, es un ensayo histórico, una mezcla
de historia cultural, microhistoria e historia de la humanidad de las ciencias
humanas. También tiene elementos de novela.
-¿Cómo fue recibido
el libro por la sociedad alemana?
Muy bien. El libro
obtuvo muy buenas críticas, se vendieron muchísimos ejemplares. Y uno de los
motivos por los que el libro captó tanta atención fue que en ese año (2010), se
supo que uno de los principales colegios en Alemania (cerca de Frankfurt) al
que muchas familias influyentes enviaban a sus hijos, los docentes habían
maltratado y violado a los alumnos, especialmente el director del
establecimiento. Y eso ocurrió durante muchos años. Fue un shock tremendo y un
gran escándalo que despertó una enorme sensibilidad respecto del tema
educación-sexualidad-sadismo.
-Hay una película
que se emparenta con la temática como "La cinta blanca" de Michael
Haneke, pero también hay otras como "El huevo de la serpiente" de
Ingmar Bergman que hablan de lo que se veía venir en la Alemania de la primera
mitad del siglo XX…
La de Haneke es
posterior a mi libro. Pero para ser honesto, mientras escribía el libro por
momentos pensaba en este filme de Bergman. Yo crecí en los 70, y Bergman fue
uno de mis héroes. Lo admiraba mucho. Sin embargo, lo que no estaba presente en
aquella película era el componente sexual, Bergman lo omitió. En cambio, la
sexualidad en la historia de Dippold que estaba escribiendo, era central. Pero,
sí, la película de Bergman a veces venía a mi mente.
-De los personajes
del libro, me llamaron la atención los padres. ¿Qué tan responsables son de la
muerte del hijo?
Los padres son
responsables en parte de esto. No es, claro, una novela en el sentido estricto
de la palabra porque todo depende de las fuentes. Y a diferencia de un
escritor, yo fui siguiendo minuciosamente lo que descubría en los documentos.
También reconstruí a Dippold, de alguna manera. Ahora se puede trazar una
comparación. Lo que yo hice fue, primero, revisar las cartas que encontré en
los archivos. De la madre, del padre (que era director del Deutsche Bank y, por
ende, una persona muy importante) y luego investigué la historia social y
cultural sobre la burguesía en Berlín del 1900.
-Con respecto a los
chicos, ¿podemos decir que uno encarna el papel del débil y el otro el del
fuerte, del que sobrevive?
No. En cierto modo,
estos dos chicos son los más débiles de esta historia. Ambos son realmente
víctimas. Las cartas que escribieron a sus padres desaparecieron. No están en
los archivos. Y esto me causó problemas porque implicó que diera una
descripción mucho más vívida, más profunda de los padres y del maestro, que de
los chicos. La única información que obtuve fue desde el punto de vista de los
padres y del maestro. Tuve que ser muy cuidadoso en mi propia reconstrucción.
Por eso es que los personajes de los chicos están en el fondo, relegados a un
segundo plano. Yo no diría que uno de los varones era débil y el otro más
fuerte. Me parece que fue accidental que uno de ellos muriera y el otro no.
-¿Cómo se sintió
mientras escribía el libro y cómo al concluirlo?
Cuando lo concluí,
me sentí muy aliviado porque la historia me resultó muy dura y muy triste, y
había estado muy metido en temas de sadismo, masturbación, perversiones
sexuales, educación familiar muy dura y violenta donde los chicos no tuvieron
realmente ninguna posibilidad de escapar. Me sentí muy aliviado cuando terminó.
Después que el libro fue publicado, un integrante de la familia Koch me escribió
una carta diciendo que estaba muy agradecido por el libro, que era una historia
muy movilizadora de sus predecesores y me adjuntaba una foto del chico que
había muerto. De repente, veía una imagen de un chico muy lindo, de 10 años,
con cara de bueno, algo gordito, y me conmovió muchísimo. Para mí fue como un
cierre. Me alegró que se hubiese terminado porque fue una historia muy dura.
-¿Y del otro lado,
de la familia Dippold, alguien lo contactó? ¿Se mostraron molestos?
No, en absoluto. No
lo descartaba porque sabía que miembros de la familia Dippold aún viven en el
sur de Alemania. El protagonista del libro tenía 8 hermanos y él fue el único
que emigró a Brasil. Los otros se quedaron en Alemania. Y sucedió: recibí un
email de un miembro de la familia Dippold que me decía: "Muchas gracias
por el libro. Ahora sabemos mejor sobre este tío de Brasil del que no se
hablaba en la familia. No conocíamos realmente su historia". Así, ellos
pudieron completar un mosaico familiar.
-Mucha gente en
todo el mundo ha investigado acerca de las raíces del nazismo. ¿Este libro es
una contribución a esta enorme pregunta?
Es una pregunta
difícil. Diría que sí, que es una historia de la mentalidad en el sentido de lo
que Adorno y Horkheimer denominaron "carácter autoritario". Esto
significa, primero, ocupar una ideología y defenderla de manera muy agresiva, y
segundo, subordinarse al poder y a las autoridades. Esta historia muestra
maravillosamente un mecanismo definido con estas palabras. Y sí, hay
antisemitismo en esta historia y la supervivencia del otro niño, que luego se
convierte en nazi. Diría que si las condiciones para el desarrollo del nazismo
en Alemania uno las ve como una vista general, una pintura compleja y muy rica,
mi libro ha aportado algunos mosaicos, pequeños pero mosaicos al fin. Espero
que haya otros aspectos de esta historia tanto o más importantes; pero este es
un aspecto que ayuda a explicar esta creencia en la autoridad, no sólo eso sino
también lo radical, lo extremo, y la falta de empatía, de piedad para tratar de
darse cuenta y aceptar esta ideología.
-¿Entonces, el hijo
que sobrevive adhiere al nazismo…?
Sí, se convierte en
nazi.
Héctor Pavón
Ñ Revista de Cultura
13 de noviembre de 2012
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