La mayor parte de
las culturas muestran una particular configuración o estilo. Un valor singular,
patrón o modo de percibir el mundo pone su sello en diversas instituciones de
la sociedad. Ejemplos de ello son el "machismo" en las culturas de
influencia hispánica, la importancia de la "fachada" social de cada persona
en la cultura japonesa y la "contaminación por las mujeres" en
algunas culturas montañesas de Nueva Guinea. En este artículo, el autor
demuestra que las "actitudes hacia el cuerpo" tienen una penetrante
influencia en muchas instituciones de la sociedad de los nacirema.
El antropólogo
social está tan familiarizado con la diversidad de modos en que se comportan
distintas personas ante situaciones similares que no suele sorprenderse ni
siquiera ante las más exóticas costumbres. De hecho, si todas las posibles
combinaciones de comportamiento no han sido registradas en diferentes partes
del mundo, el antropólogo tiende a sospechar que deben estar presentes en
alguna tribu aún no descripta. Este punto ha sido destacado, por ejemplo, por
Murdock[1] con relación
a la organización en clanes. Bajo esta luz, las creencias y prácticas mágicas
de los nacirema presentan rasgos tan inusuales que vale describirlas como un
ejemplo de los extremos a que puede llegar el comportamiento humano.
El profesor Linton[2] llamó
por primera vez la atención de los antropólogos sobre los rituales de los
nacirema hace unos veinte años, pero la cultura de este pueblo es todavía poco
comprendida. Son un grupo de indígenas norteamericanos que viven en el
territorio situado entre los cree canadienses, los yaqui y los tarahumara de
México y los caribes y arahuacos de las Antillas. Poco se conoce sobre su
origen, aunque la tradición sostiene que provienen del este.
La cultura de los
nacirema se caracteriza por una economía de mercado altamente desarrollada que
ha evolucionado en un rico hábitat natural. Mientras una gran parte del tiempo
de este pueblo está dedicada a actividades económicas, una gran parte del fruto
de estas labores y una gran proporción del día se dedican a la actividad ritual.
El foco de esta actividad es el cuerpo humano, cuya apariencia y salud se
yergue como una preocupación dominante en el ethos de este pueblo. Si bien esta
preocupación no es ciertamente inusual, sus aspectos ceremoniales y la filosofía
asociada son únicos.
La creencia
fundamental que subyace en todo el sistema es, aparentemente, que el cuerpo
humano es feo y tiene una natural tendencia a la debilidad y la enfermedad.
Encarcelado en su cuerpo, el hombre tiene como única esperanza la de prevenir
esa tendencia a través del uso del ritual y la ceremonia. Cada hogar cuenta con
uno o más santuarios o habitaciones sagradas destinadas a tal fin. Los
individuos más poderosos de la sociedad disponen de varios de estos santuarios
en sus casas y, de hecho, la opulencia de una casa puede medirse por la
cantidad de ámbitos rituales con que cuenta. La mayor parte de las casas están
construidas con materiales arcillosos, pero las habitaciones sagradas de los
más ricos llegan a tener paredes de piedra. Las familias menos pudientes imitan
a las ricas aplicando placas de cerámica en las paredes de sus santuarios.
Cada familia
cuenta, como mínimo, con una de estas habitaciones sagradas, pero los rituales
asociados a estas últimas no son ceremonias familiares sino privadas y secretas
de cada individuo. Normalmente, los ritos se discuten con los niños solamente
durante su período de iniciación en los misterios. He tenido, sin embargo,
oportunidad de establecer una relación de suficiente confianza con los nativos
como para poder examinar estos santuarios y escuchar sus descripciones de los
rituales.
El punto más
importante del santuario es una caja o cofre incrustado en la pared. En este
cofre se conservan numerosos amuletos y pociones mágicas, sin las cuales ningún
nativo cree poder sobrevivir. Estas preparaciones se obtienen de varios
practicantes especializados. Los más poderosos de estos últimos son los
curanderos[3] de la
tribu cuya asistencia debe retribuirse con sustanciales obsequios. No obstante
ello, el curandero no provee en forma directa las pociones curativas a sus
clientes; decide sólo sus ingredientes y los especifica en forma escrita en un
antiguo y secreto lenguaje. Esta escritura es entendida solamente por el
curandero y los herboristas, quienes a cambio de otro obsequio proveen el
amuleto o brebaje requerido.
Una vez cumplido su
propósito, el amuleto o poción mágica no se desecha sino que se guarda en el
cofre de pociones de la habitación sagrada. Como los materiales mágicos son
específicos para determinadas enfermedades, y las enfermedades reales o
imaginarias de la gente son muchas, el cofre de pociones suele estar repleto de
ellos. Los paquetes mágicos son tan numerosos que las personas olvidan su
finalidad y temen volver a utilizarlos. Si bien los nativos son muy poco
precisos sobre este punto, podemos suponer que la razón para conservar todos
estos materiales mágicos obsoletos es que su presencia conjunta en el cofre de
pociones, ante el cual realizan los rituales del cuerpo, protege de algún modo
a los oficiantes.
Debajo de la caja
de pociones hay una pequeña fuente o pila de agua. Cada día, todo miembro de la
familia entra en sucesión a la habitación sagrada, inclina su cabeza ante el
cofre de amuletos y pociones, mezcla distintos tipos de agua sagrada en la fuente
y procede a realizar un breve rito de ablución[4]. Las
aguas sagradas se obtienen del templo del agua de la comunidad, en el que los
sacerdotes realizan elaboradas ceremonias para purificar ritualmente el
líquido.
En la jerarquía de
los practicantes de magia, y por debajo del curandero en prestigio, existen
especialistas cuya designación puede traducirse como "hombres de la boca
sagrada". Los nacirema tienen un horror casi patológico y una particular
fascinación por la boca, cuya condición según se cree tiene influencia
sobrenatural en las relaciones sociales. Creen que si no fuera por los rituales
de la boca, sus dientes caerían, sus encías sangrarían, sus mandíbulas se
retraerían, sus amigos los abandonarían y sus amantes los rechazarían. Creen también
que existe una estrecha relación entre las características orales y morales.
Por ejemplo, existe una ablución ritual de la boca de los niños que se supone
mejora su fibra moral.
El ritual corporal
diario desarrollado por cada persona incluye un rito de la boca. No obstante el
hecho de que estas personas sean tan puntillosas respecto al cuidado de su
boca, este rito incluye una práctica particularmente repulsiva para el
extranjero iniciado. Me han informado que el ritual consiste en introducirse en
la boca un montoncito de pelos de cerdo, junto con algunos preparados mágicos,
y moverlo en una serie altamente ritualizada de gestos.
Aparte de realizar
el rito privado de la boca, la gente consulta al hombre de la boca sagrada una
o dos veces al año. Estos practicantes cuentan con un impresionante conjunto de
instrumentos, consistente en una variedad de ganchos, leznas, sondas y otras
herramientas punzantes. El uso de estos instrumentos en los exorcismos de los
males de la boca implica para los devotos someterse a torturas rituales casi
increíbles. El hombre de la boca sagrada abre la boca del devoto y, usando los
utensilios mencionados, aumenta el tamaño de las cavidades que las caries
puedan haber causado en los dientes. Dentro de esas cavidades se colocan preparados
mágicos. Si no hay cavidades que se hayan producido naturalmente en los
dientes, se quitan grandes secciones de uno o más de éstos de modo de poder
aplicar la sustancia sobrenatural. El carácter extremadamente sagrado y
tradicional de este rito se hace evidente en el hecho de que los hombres y
mujeres vuelven año tras año a ver al hombre de la boca sagrada, aun cuando sus
dientes siguen deteriorándose.
Puede esperarse
que, cuando se realice un profundo estudio de los nacirema, se efectúe una
cuidadosa investigación sobre la estructura de personalidad de este pueblo.
Basta con ver el brillo de los ojos del hombre de la boca sagrada cuando
introduce un garfio en un nervio expuesto, para sospechar que está implicada
una cierta dosis de sadismo. Si esto pudiera establecerse, emergería una muy
interesante pauta, porque la mayoría de la población muestra definidas
tendencias sadomasoquistas. A estas se refiere el profesor Linton al describir
una parte distintiva del ritual corporal diario efectuado por los hombres. Esta
parte del rito incluye rasparse y lacerarse la cara con un instrumento
cortante. Sólo en cuatro ocasiones, durante cada mes lunar, se llevan a cabo
ritos femeninos especiales. Estos ritos lo que no tienen de frecuente lo tienen
de bárbaros. Como parte de esta ceremonia, las mujeres cocinan sus cabezas en
pequeños hornos durante una hora. El aspecto teoréticamente interesante es que,
el que parece un pueblo predominantemente masoquista, haya desarrollado
especialistas en sadismo.
En toda comunidad,
cualquiera sea su tamaño, los curanderos tribales tienen un muy impresionante
templo, o latipsoh. En éste llevan a cabo las más elaboradas ceremonias que se
requieren para tratar a los devotos muy enfermos. Las mismas incluyen no sólo
al taumaturgo sino también a un grupo permanente de sacerdotisas, que deambulan
silenciosamente por las salas del templo usando vestidos y tocados
característicos. Las ceremonias latipsoh son tan crueles que llama la atención
que una buena proporción de los nativos realmente enfermos que ingresan al
templo logren recobrarse. Se sabe que los niños pequeños, cuyo adoctrinamiento
es aún incompleto, se resisten a que los lleven al templo, porque "allí es
donde se va para morir". No obstante este hecho, los enfermos adultos no
sólo suelen estar deseosos sino hasta ansiosos por sobrellevar la prolongada
purificación ritual, si pueden hacer frente a sus costos. No importa cuán
enfermo esté el suplicante, ni cuán grave sea la emergencia, los guardianes de
muchos templos no admitirán al devoto si previamente no entrega un obsequio al
custodio. Aún después de haber sobrevivido a las ceremonias, los guardianes no
le permitirán al neófito retirarse si antes no les efectúa otro donativo.
El suplicante que
ingresa al templo es, ante todo, completamente despojado de sus ropas. En la
vida cotidiana, los nacirema evitan la exposición del cuerpo y de sus funciones
naturales. Los actos de bañarse y de excretar se llevan a cabo secretamente en
la habitación sagrada, a donde se los ritualiza como parte de los ritos
corporales. Al ingresar al latipsoh se produce un verdadero shock psicológico a
partir de la súbita pérdida del secreto del cuerpo. Un hombre, que no ha sido
visto jamás ni por su propia mujer en el acto de hacer sus necesidades, se encuentra
de pronto en plena desnudez y asistido por una doncella vestal mientras realiza
sus funciones naturales en un vaso sagrado. Este tipo de tratamiento ceremonial
es exigido debido a que las deposiciones son utilizadas por un adivino para
establecer el curso y naturaleza de la enfermedad del devoto. Las suplicantes
femeninas, por su lado, ven sus cuerpos sometidos a escrutinio, manipulación y
punzamientos por parte de los curanderos.
Dentro del templo,
son pocos los suplicantes que están lo suficientemente bien como para yacer
meramente en sus lechos. Las ceremonias diarias, al igual que los ritos del
hombre de la boca sagrada, implican incomodidades y torturas. Cada amanecer,
las vestales despiertan con precisión ritual a los devotos que tienen a su cargo,
haciéndolos rodar sobre sus lechos de dolor mientras les realizan abluciones,
en cuyos movimientos formales están altamente entrenadas. En otros momentos,
insertan varillas mágicas en las bocas de los suplicantes o los fuerzan a
ingerir sustancias supuestamente curativas. De tiempo en tiempo, el curandero
tribal se acerca a los devotos y les clava en sus carnes agujas mágicamente
tratadas. El hecho de que estas ceremonias en el templo no curen, y puedan
incluso matar al neófito, no disminuye en ninguna medida la fe de la gente en
los curanderos.
Queda todavía por
mencionar otro tipo de practicante, conocido como el "escuchador".
Este hechicero tiene el poder de exorcizar los demonios que se aposentan en las
cabezas de las personas que han sido embrujadas. Los nacirema creen que los
padres hechizan a sus propios hijos. Se sospecha que las madres infringen un
tipo de daño sobre sus niños al enseñarles los rituales secretos del cuerpo. La
contramagia del hechicero se destaca por su carencia de ritual. El paciente le
cuenta simplemente al "escuchador" todos sus problemas y miedos,
comenzando por las primeras dificultades que pueda recordar. En estos ritos de
exorcismo, los nacirema despliegan una notable memoria. No es raro que los
devotos se lamenten del rechazo que sintieron siendo bebés al ser destetados, e
incluso unos pocos individuos sitúan el origen de sus problemas en los efectos
traumáticos de su propio nacimiento.
Para concluir,
deben mencionarse algunas prácticas que tiene su base en la estética de los
nativos, pero que dependen de la tenaz aversión al cuerpo y sus funciones
naturales. Hay algunos rituales para hacer adelgazar a los obesos y dietas
ceremoniales para engordar a las personas delgadas. Existen incluso otros ritos
usados para aumentar el tamaño de los pechos de las mujeres si son pequeños, o
disminuirlo si estos son grandes. La insatisfacción generalizada con la forma
del pecho es simbolizada por el hecho de que su forma ideal está virtualmente
fuera de toda escala humana. Unas pocas mujeres, afectadas por un casi inhumano
desarrollo hipermamario, suelen lograr un buen pasar yendo simplemente de aldea
en aldea, y permitiendo que los nativos las observen a cambio de un pago.
Se ha hecho ya
referencia a que las funciones excretorias son ritualizadas, rutinizadas y
relegadas al secreto. Las funciones reproductivas naturales son igualmente
distorsionadas. La copulación constituye un tema prohibido y, en tanto acto, es
programada. Se realizan esfuerzos por evitar el embarazo a través del uso de materiales
mágicos o limitando las relaciones a ciertas fases de la luna. La concepción
es, en la práctica, muy poco frecuente. Al estar embarazadas, las mujeres se
visten de modo de ocultar su estado. El parto tiene lugar en secreto, sin
amigos ni parientes que puedan asistir, y la mayoría de las mujeres no
amamantan a sus hijos. Nuestra revisión de la vida ritual de los nacirema ha
mostrado ciertamente que éstos constituyen un pueblo gobernado por la magia. Es
difícil entender cómo han logrado sobrevivir tanto tiempo bajo las cargas que
ellos mismos se han impuesto. Pero aun costumbres tan exóticas como estas
adquieren su verdadero significado cuando se las ve desde el punto de vista
expresado por Malinowski[5] cuando
escribía:
"Mirando desde
lejos y desde un punto de vista superior, desde los altos sitiales de nuestra
desarrollada cultura, es fácil ver toda la crueldad e irrelevancia de la magia.
Pero sin el poder y la guía de ésta, el hombre primitivo no podría haber
superado sus dificultades prácticas como lo ha hecho, ni podría la humanidad
haber avanzado hasta etapas superiores de civilización".
Horace Mitchell Miner
American Anthropologist, 1956
[1] Antropólogo estadounidense
especializado en etnología comparativa, etnografía de los pueblos de África y
Oceanía y teoría social. Se lo conoce, sobre todo, por haber originado la
encuesta sobre culturas comparadas, un proyecto del Institute of Human
Relations de la Universidad de Yale, en el que se catalogó una gran cantidad de
información de modo de constituir un banco de datos de las culturas humanas.
[2] Antropólogo estadounidense
que tuvo una marcada influencia en el desarrollo de la antropología cultural.
Es conocido, principalmente, por sus estudios sobre endoculturación
(aprendizaje, por parte de cada individuo, de los contenidos tradicionales,
prácticas y valores de una cultura determinada). Según Linton, la cultura es
más aprendida que heredada.
Recientemente, en forma
paralela a estos significativos hallazgos sobre los nacirema, se han efectuado
estudios sobre otro importante grupo de indígenas norteamericanos, los asu y
sus ritos mágicos en torno a un mítico animal, el rac sagrado. Algunos
antropólogos sostienen que los nacirema y los asu forman parte, en realidad, de
un mismo y amplio grupo étnico.
[3] Curandero tribal (medicine
man). En las sociedades primitivas, persona conocedora de las potencias mágicas
de diversas sustancias (medicinas) y experta en los rituales para su
administración.
[4] Ablución: del latín
"abluere", lavar. Lavado del cuerpo o de parte de éste como rito
religioso.
[5] Uno de los antropólogos más
importantes del siglo XX, ampliamente reconocido entre los fundadores de la
antropología social y asociado principalmente a estudios de campo entre los
pueblos de Oceanía. Según el mismo explicó, su teoría funcionalista
"insiste… en el principio de que, en todo tipo de civilización, cualquier
costumbre, objeto material, idea o creencia cumple alguna función vital, tiene
alguna finalidad específica y representa una parte indispensable de una
totalidad en acción".
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