lunes, 24 de febrero de 2020

La revolución francesa


Uno de los procesos más influyentes en la sociedad occidental de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX fue el cambio político, social y económico ocurrido en Francia entre 1789 y 1799, la revolución francesa. Durante estos diez años se produjo el despertar de la sociedad a un nuevo sistema de relaciones entre el pueblo y sus dirigentes. Fue una transformación radical y profunda del sistema de poder, no sólo de la sociedad francesa sino de toda Europa. Se suprimió el dominio absoluto ejercido hasta entonces por la monarquía y se redactaron las constituciones liberales que proclamaron la separación de poderes para proteger los derechos de los ciudadanos.
Este gran cambio político y social dio origen a un "nuevo régimen" también en el continente europeo. Francia instauró el primer régimen monárquico constitucional con la total separación de poderes: el ejecutivo lo ostentaba un rey hereditario con poderes muy recortados, del que dependían los secretarios de despacho; el legislativo, con gran capacidad de actuación, estaba en poder de una asamblea; el poder judicial quedaba independiente. A partir de la implantación en Francia de la república como nuevo sistema de gobierno, desapareció la figura del monarca y el poder ejecutivo pasó a ejercerlo una comisión de gobierno, el legislativo estuvo representado por una o dos cámaras, y el judicial continuó siendo independiente de los otros dos poderes.
Durante la revolución fueron eliminados los privilegios del clero y la nobleza, considerados como el primer y el segundo estamentos de la sociedad, se otorgaron derechos políticos a la población en general y la burguesía consiguió imponerse y suplantar a la anterior aristocracia respecto al poder político y económico. La soberanía, que hasta 1791 había estado depositada en el monarca por "derecho divino", pasó a ser depositada en la nación. El antiguo régimen en Francia había dado paso al nuevo régimen.

1. Fundamentos teóricos sobre las causas de la revolución
La revolución que estalló en la Francia de finales del siglo XVIII ha sido considerada como el modelo de revolución política por antonomasia, ya que supuso la conquista del poder por la burguesía y el desplazamiento de la aristocracia, predominante hasta entonces en los cargos políticos y administrativos más significativos. Sin embargo, el espíritu revolucionario no surgió únicamente en Francia, puesto que antes de 1789 ya había ocurrido una revolución en Norteamérica. El 4 de julio de 1776 el congreso de las trece colonias británicas de la costa norte de América, formado por antiguos colonos de Gran Bretaña, aprobó la declaración de independencia de los Estados Unidos y continuó la lucha contra su antigua metrópoli. Las trece colonias originales se convirtieron en los Estados Unidos de América por el tratado de paz de París de 1783 donde Inglaterra reconoció su independencia. Los movimientos independentistas contribuyeron a crear en las conciencias ilustradas un creciente deseo de cambios políticos, sociales y económicos que pudieran mejorar la vida de los franceses. La mayoría de los historiadores que han escrito sobre estos acontecimientos están de acuerdo en afirmar que en 1789 se inició una nueva etapa histórica con la supresión del sistema señorial, la proclamación de la libertad e igualdad de todos los hombres ante la ley y la afirmación de la soberanía nacional. Existe un gran debate historiográfico sobre su importancia, el orden en que se produjeron los acontecimientos y las causas que dieron origen a esta revolución. Todavía se considera como uno de los temas más estudiados de la historia universal.
Ya desde el inicio de los conflictos revolucionarios surgió la idea de que no fueron espontáneos, sino que estuvieron ocasionados por intrigas políticas premeditadas. El grupo más relevante se encontraba dirigido por Luis Felipe, segundo duque de Orleans y primo de Luis XVI, conocido por los revolucionarios como "Felipe Igualdad", que fue guillotinado en 1793 durante la etapa del "Terror" protagonizado por Robespierre. Los valedores del duque fueron destacados protagonistas de la revolución, como el conde de Mirabeau, futuro presidente de la Asamblea Nacional; el abate Sieyès, posterior presidente de la convención termidoriana, miembro del Directorio y uno de los primeros tres cónsules con Napoleón; Choderlos de Laclos, militar y autor de Las amistades peligrosas, así como otros aristócratas, políticos y burgueses de renombre, que desde 1789 se fueron uniendo contra el sistema de "monarquía absoluta". Este conjunto de individuos tenía gran influencia en Francia y se dedicaba a desprestigiar a Luis XVI y a sus sucesivos gobiernos, acusándoles de estar llevando a Francia hacia una inevitable bancarrota. Los orleanistas proponían la instauración de una monarquía liberal semejante a la de Inglaterra. Desde la residencia del duque en el Palais-Royal, sitio clave de París para la agitación revolucionaria, comenzaron a organizar la sublevación de las masas.
Esos testimonios, perfectamente documentados, pronto fueron negados y ocultados por no ser convenientes para la historia de Francia. Los hagiógrafos de la revolución francesa como el mismo Napoleón, el abate Sieyès y muchos de los jacobinos participantes en los acontecimientos, basaron las causas del estallido revolucionario en la injusticia social protagonizada por un grupo de privilegiados que oprimía a la población, desigualdad que era necesario eliminar. Lo mismo defendieron unos años más tarde los historiadores y políticos franceses como Adolphe Thiers y Alexis de Tocqueville. Así, desde comienzos del siglo XIX se ha optado por omitir al máximo los detalles escabrosos y los actos violentos cometidos por la convención y por la plebe dominada por sus dirigentes.
Otra teoría es la esgrimida por los historiadores, sociólogos y políticos de tendencias marxistas que han estudiado esta revolución, en su mayoría franceses. Louis Blanc, Jean Jaurés, Albert Mathiez, Henri Lefevbre y Albert Soboul, entre otros, se centraron sobre todo en los problemas económicos como causa fundamental del estallido revolucionario, que al final se concretó en la lucha de clases. Algunos de ellos, como Soboul y George Rudé, han resaltado, también, la importancia del papel que desempeñaron los sectores más miserables de las ciudades que se organizaban igual que los burgueses, en clubes y sociedades fraternales, para influir y apoyar a los grupos políticos más radicales.
Para otros especialistas, como François Furet, la economía no fue más que una mera situación de base material para explicar la realidad social. Defiende en su tesis que la revolución francesa fue sobre todo un enfrentamiento de individuos y grupos y no sólo una lucha de clases. Este autor explica que los campesinos eliminaron a muchos nobles e intermediarios, los parisinos pobres fueron contra los ricos, la pequeña nobleza intentó eliminar a la aristocracia y la burguesía pretendió hacerse con las riquezas y prestigio del segundo estamento (clero y nobleza), afirmando que todos ellos compitieron entre sí. La falta de entendimiento entre unas clases y otras y los frecuentes enfrentamientos entre los diversos grupos humanos fueron para Furet causas determinantes del estallido revolucionario.
La escuela historiográfica de los Annales, fundada en 1929 por Marc Bloch y Lucien Febvre, destacados historiadores franceses, se ha ocupado extensamente de estudiar la revolución francesa: sobre todo interesaba la búsqueda de la "historia total" que pregonaba la tercera generación de esta escuela. La recuperación de la dimensión política de los procesos revolucionarios ha sido defendida por el historiador francés René Rémond para justificar que "no hay más historia total que la de la participación en la vida política". Rémond afirma que la revolución francesa es la revolución por excelencia y se encuentra en el origen de la sociedad moderna en la que hoy vivimos.
Las demás revisiones historiográficas que se han realizado y las que aún se encuentran en ejecución pueden llevar finalmente a resolver el problema planteado sobre las causas y consecuencias de la revolución francesa. Actualmente, la escritora Annie Jourdan es la historiadora más cercana y realista respecto a las interpretaciones de dicha revolución, al compararla con las revoluciones de los Países Bajos, de Inglaterra y de Norteamérica.
Sin embargo, para conveniencia de los gobiernos de la república francesa desde finales del siglo XIX, el verdadero protagonista de la revolución ha sido el pueblo francés que se sublevó contra la tiranía del rey tomando e incendiando la prisión de la Bastilla para manifestar su rechazo a los opresores monárquicos que impedían a la población evolucionar hacia la libertad, igualdad y fraternidad, conceptos que se convirtieron en el lema de la revolución francesa. Éstas son las enseñanzas que se imparten a los franceses desde su primera infancia y por lo tanto difíciles de cambiar pese a las continuas revisiones de estos hechos históricos. Aunque no hay duda de que existieron numerosos factores ideológicos, económicos, políticos y sociales que desencadenaron el estallido revolucionario. El problema es cuantificarlos y resolver cuál de ellos fue el más influyente.

2. Contexto
Durante los últimos años del reinado de Luis XVI existía en Francia, el país más poblado de Europa, una gran crisis económica. La mayoría de los 26 millones de franceses pertenecía al "estado llano" o tercer estado, compuesto por indigentes, campesinos, jornaleros, colonos, terratenientes, obreros, trabajadores domésticos, comerciantes, funcionarios, burgueses, etc., población de distintos niveles económicos. En definitiva, lo constituía el común de los vecinos de un pueblo, a excepción de los eclesiásticos, nobles y militares. Francia era por entonces la nación más poderosa de Europa, poseía colonias en varios continentes y su cultura y su lengua dominaban en todas las cortes europeas. Sin embargo, la población francesa se encontraba cada día más descontenta, germen propicio para un cambio de mentalidad, a causa de un cúmulo de factores como la falta de subsistencias provocada por las malas cosechas y por la actuación de especuladores sin escrúpulos, la gran sangría en las finanzas debido a la participación de Francia en la guerra de la independencia de Norteamérica y también por los desaciertos financieros ocurridos en el transcurso de esos años.
Las condiciones para el estallido revolucionario en Francia se habían ido gestando desde comienzos del siglo XVIII. La burguesía iba en aumento gracias a su progresivo enriquecimiento, pero continuaba privada de los derechos políticos suficientes para hacerse con el poder y con los privilegios que ostentaban el primer y el segundo estamentos. Aunque el creciente acceso de muchos privilegiados y burgueses a los movimientos filosóficos y literarios del siglo XVIII les fue provocando ambición política. El más influyente de todos fue el de la Ilustración, movimiento filosófico y literario, europeo y americano, del siglo XVIII caracterizado por la extremada confianza en la capacidad de la razón natural para resolver todos los problemas de la vida humana. Los "Ilustrados" franceses más destacados fueron Voltaire con su crítica a las instituciones, Rousseau que predicaba la doctrina de la soberanía nacional y Montesquieu, defensor de la separación de poderes. Estas ideas fueron publicadas y difundidas en esa época por la Enciclopedia francesa. Otros de los hitos determinantes del cambio de mentalidad política fueron la reciente constitución de los Estados Unidos de América con su declaración de derechos, así como la revolución industrial que se estaba desarrollando en Inglaterra, que desde finales del siglo XVII era una monarquía constitucional. Las normas de convivencia y administración del nuevo estado republicano de Norteamérica despertaron las conciencias burguesas y las prepararon para lograr la mejora de sus condiciones políticas y sociales.
El ascenso económico que estaba suponiendo para la población inglesa las innovaciones tecnológicas y sociales, estimularon a la burguesía francesa. Por otra parte, los estamentos privilegiados exentos de pagar impuestos se encontraban insatisfechos con las reformas emprendidas por Turgot, Necker, Calonne y Brienne, sucesivos ministros de las finanzas francesas. Sus medidas hacendísticas no sólo perjudicaban al tercer estado sobre el que recaía el mayor peso fiscal, sino que incluso incidían negativamente en las prerrogativas de los privilegiados, a los que restaba poder de actuación. Por unos motivos u otros, a finales del siglo XVIII diversos grupos de la sociedad francesa se encontraban preparados para afrontar el cambio político, social y económico que finalmente se precipitó en el verano de 1789.

3. Crisis económica y movilización política
En 1787, ante la inminente reforma social y económica, se había reunido en Versalles una Asamblea de Notables integrada por príncipes, grandes nobles, alto clero, consejeros del rey y magistrados municipales. Eran los representantes del primer y del segundo estado que deberían dar su aprobación a la propuesta del ministro Calonne sobre el establecimiento de nuevas subvenciones territoriales, que deberían abonar las propiedades agrarias según su extensión y también el rescate de los derechos señoriales percibidos por la Iglesia. Las nuevas medidas fiscales fueron rechazadas por la Asamblea de Notables. Debido a los problemas anteriormente señalados, Luis XVI decidió como último recurso subir los impuestos y reformar la hacienda con el fin de sacar al país de la crisis financiera en que se encontraba. Esta decisión llevó a los estamentos privilegiados a presentar sus protestas y a unirse para luchar contra el absolutismo monárquico. Asimismo, el malestar aumentó en el tercer estado, puesto que las nuevas medidas económicas elevarían su carga fiscal. La constante subida de los precios de los alimentos y las malas cosechas de 1787 y 1788 provocaron una crisis de subsistencias que en la primavera de 1789 se trasformó en disturbios y motines. Éstos solían comenzar en los mercados por la falta de abastecimiento o por el excesivo precio del pan y culminaban con el asalto a los graneros y a las viviendas de los acaparadores. Dichos tumultos se fueron convirtiendo en una de las fuerzas fundamentales del movimiento revolucionario.
En la bancarrota que se produjo en Francia en 1789, la deuda pública desempeñó un papel muy importante. La política de prestigio internacional adoptada durante todo el siglo XVIII provocó un aumento de los gastos del estado que tuvo que recurrir a los empréstitos, lo que agravó aún más el déficit público. Las reformas que habían emprendido los sucesivos ministros de hacienda habían fracasado. La descontenta población y sobre todo los estamentos privilegiados y los representantes del tercer estado, enfrentados al absolutismo monárquico, exigieron a Luis XVI la convocatoria en breve de los Estados Generales del Reino, que no se habían reunido desde 1614. A comienzos del siglo XIV se había establecido en Francia la costumbre de reunir con carácter extraordinario una asamblea (semejante a las cortes españolas) con representantes de los tres órdenes o estamentos, con el fin de que fueran aprobadas por éstos las nuevas medidas fiscales. Las deliberaciones se realizaban por separado en cada estamento, pero el primer estado y el segundo solían unirse, obteniendo así la mayoría de votos (uno por cada grupo) e impedían que el tercer estado consiguiera hacer valer sus decisiones o quejas, pese a constituir la mayoría de la población. No obstante, Luis XIV, el rey más absolutista, había suprimido en el siglo XVII esta convocatoria.
Ante la urgente necesidad de fondos, el Parlamento de París, haciéndose eco de los tres estamentos y para evitar el hundimiento económico del reino, impuso a Luis XVI la condición de que para aprobar cualquier futura reforma debía convocar los Estados Generales para que éstos decidieran, como era su privilegio. El rey tuvo que someterse a las exigencias de los próceres parisinos y el 5 de mayo de 1789 se congregaron, en la sala del palacete de los Menus Plaisirs del palacio de Versalles, los representantes del clero, la nobleza y el pueblo llano (ésta sería la última gran representación de la todavía "sociedad estamental"). Luis XVI anunció que había reunido a los Estados Generales para poner orden en las finanzas del reino e indicó que tenía intención de mantener su autoridad al invitar a los diputados a resistirse ante el deseo exagerado de reformas. Cuando el rey abandonó la reunión, los estamentos del clero y de la nobleza se retiraron a otras salas que les habían sido adjudicadas para deliberar, mientras el tercer estado permaneció en la original. En esos momentos comenzaron las discusiones, a la vez que por toda Francia circulaban numerosos cuadernos de quejas y súplicas donde se manifestaban las reivindicaciones del pueblo llano. El primer y el segundo estamento aprovecharon también este sistema de protesta para exteriorizar su rechazo al absolutismo real. En la actualidad estos innumerables "cahiers de doléances", difundidos no sólo por los tres estamentos sino por numerosas instituciones locales y provinciales, constituyen un testimonio fidedigno de la crisis social, política y económica que por entonces estaba viviendo Francia.
Los representantes del tercer estado, decididos a rechazar el debate por estamentos, se proclamaron "comunes" según el modelo británico. A continuación solicitaron el aumento de sus delegados y la primacía del voto individual, con el fin de igualar sus reivindicaciones y su peso en el número de votos a los de los privilegiados. Mientras tanto, en París, fueron calando las protestas del pueblo llano y las insurrecciones, algaradas y tumultos se multiplicaron. Por fin, el 16 de junio de 1789, ante la intransigencia del monarca y por el enfrentamiento ocurrido entre los representantes del primer y del segundo estamentos, considerados como el "poder arbitrario", los delegados del tercer estado, único representante del pueblo, se constituyeron en Asamblea Nacional e iniciaron los debates para la reforma fiscal. Sus miembros, con el apoyo de algunos representantes del bajo clero, se reunieron en el pabellón del "juego de pelota" (un tipo de frontón) por habérseles impedido la entrada a la sala de reuniones del palacio. Allí se juramentaron para dar al pueblo una constitución que fuera capaz de solucionar los problemas económicos, jurídicos, políticos y sociales que tanto afectaban a la población francesa. Luis XVI, ante tantas presiones, no tuvo más opción que claudicar e invitó al clero y a la nobleza a que se unieran a la asamblea del tercer estado.

Juramento de fidelidad (16 de junio de 1789)
"La asamblea nacional, considerando que al estar llamada a fijar la constitución del reino, realizar la regeneración del orden público y mantener los verdaderos principios de la monarquía, nada puede impedir que continúe sus deliberaciones, allí donde esté obligada a establecerse, y que en cualquier parte donde estén reunidos sus miembros, allí está la asamblea nacional.
Dispone que todos los miembros de la asamblea prestarán, al instante, solemne juramento de no separarse nunca y de reunirse en cualquier lugar donde las circunstancias lo exijan, hasta que la constitución del reino esté establecida y asentada sobre fundamentos sólidos; y que una vez prestado dicho juramento, todos los miembros, y cada uno de ellos en particular, confirmarán con su firma esta resolución irrevocable".

4. La desintegración del Antiguo Régimen y la Asamblea Constituyente
La Asamblea Nacional se transformó a partir del 9 de julio de 1789 en Asamblea Constituyente, ya que su fin sería en adelante redactar una constitución (ley fundamental) que convirtiera el antiguo sistema representativo en otro en el que el pueblo llano tuviera las mismas prerrogativas que las de la nobleza y el clero. También ese mismo día la Asamblea Constituyente redactó un plan que establecía las condiciones en las que se debía basar la nueva constitución. En primer lugar correspondía formular una "declaración de los derechos del hombre", para continuar fijando los principios de la monarquía, los derechos de la nación y los del rey, así como los derechos de los ciudadanos bajo el gobierno francés. Además, se tenía que precisar la organización y función de la asamblea de diputados y de las asambleas provinciales y municipales, así como las formas necesarias para el establecimiento de las leyes. Por último, convenía determinar los principios, obligaciones y límites del poder judicial y las funciones y deberes del militar. El rey, temiendo una revuelta popular, ordenó concentrar tropas en Versalles, lo que dio lugar a las protestas de la población. La revolución comenzó dando fin al Antiguo Régimen.
En París se fue caldeando el ambiente, los electores populares eligieron un Comité Permanente para dar su apoyo a los representantes del tercer estado, mientras que los partidarios del duque de Orleans conspiraban para derrocar a Luis XVI. Finalmente, el 14 de julio fueron asaltadas las armerías militares con objeto de distribuir las armas entre la población exaltada. A continuación, la multitud descontrolada se dirigió a la Bastilla, que representaba la opresión del absolutismo real, y aunque apenas si quedaban siete presos, se produjo la quema de la torre y una gran cantidad de muertos y heridos entre el tumulto revolucionario. El asalto a la Bastilla se conmemora en Francia como el principal triunfo de su democracia. El 14 de julio de 1880 se declaró oficialmente día de la fiesta nacional francesa, que no sólo celebra la "toma de la Bastilla", sino también la fiesta de la federación, conmemoración organizada por La Fayette el 14 de julio de 1790, como acontecimiento que debía reconciliar y unir a todo el pueblo francés.
La Asamblea Constituyente abolió en agosto las prerrogativas del clero y de la nobleza al suprimir el diezmo y los privilegios señoriales. Los derechos feudales habían quedado abolidos y la igualdad fiscal aprobada tras establecer la igualdad civil de todos los franceses. El 26 de agosto quedó sancionada la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano que proclamaba los principios fundamentales de "Libertad, Igualdad y Fraternidad". Quedaron así establecidos los derechos de la persona: la inviolabilidad de la propiedad, la resistencia a la opresión, el derecho a la seguridad y a la igualdad jurídica, aunque no política, así como la libertad de opinión y de prensa. En ese momento se produjo la verdadera revolución jurídica al sustituirse el concepto de "absolutismo real" por el de "soberanía nacional". El Antiguo Régimen había quedado suprimido; comenzaba el nuevo régimen.
El Comité Permanente se transformó en la Comuna de París, sistema de gobierno revolucionario que comenzó a regir la ciudad desde el 16 de julio de 1789 hasta 1794, sustituyendo al gobierno del ayuntamiento parisino (en 1871, tras la definitiva caída de la monarquía en Francia, fue restaurada brevemente). La Comuna de París organizó una milicia urbana, la Guardia Nacional, y concedió su dirección al marqués de La Fayette, monárquico liberal y héroe popular de la guerra por la independencia de Norteamérica. El ejemplo parisino se extendió por toda Francia y rápidamente los revolucionarios del campo y la ciudad se fueron haciendo con los ayuntamientos. Se organizaron también milicias armadas para reprimir a cuantos protestaban por el cambio de poderes que se estaba produciendo. El rey, presionado por la Iglesia y por los privilegiados, se negó a firmar las decisiones tomadas por la asamblea. No obstante, a finales del verano tuvo que sancionar los decretos de agosto, cediendo así a las exigencias de la Asamblea Constituyente y de la Comuna de París.
En octubre de 1789, Luis XVI, obligado por una manifestación de mujeres parisinas que fueron a Versalles para denunciar la crisis de subsistencias y la intransigencia real, se trasladó al palacio de las Tullerías de París, escoltado por las tropas de la Guardia Nacional al mando del marqués de La Fayette. En adelante, la Asamblea Constituyente estableció su sede en el mismo palacio de las Tullerías. Con la multiplicación de los disturbios por toda Francia, se produjo la huida masiva de la nobleza y de los grandes terratenientes, que contemplaban atemorizados cómo las instituciones tradicionales se iban aboliendo. Desde julio se había impuesto el "gran miedo" (la grande peur) en todo el territorio francés. Los campesinos, soliviantados por los acontecimientos y por la escasez y carestía de los alimentos, se dirigieron a los castillos y residencias señoriales para exigir los títulos de los derechos feudales. Al resistirse los señores a entregarlos, muchos de ellos fueron ahorcados y sus castillos y palacios quemados.
Entre febrero y julio de 1790 una comisión de la Asamblea Constituyente elaboró la constitución civil del clero. La preparación de este proyecto, que iba a afectar en adelante a las relaciones del estado francés con la Iglesia católica de Roma, propuso entre otras las siguientes medidas: supresión de las antiguas instituciones como los cabildos catedralicios y reestructuración de las diócesis y parroquias, que en adelante fueron tomando el modelo de la nueva organización del territorio francés, así se establecieron 83 diócesis, una por departamento. Los obispos y sacerdotes debían ser elegidos por los fieles, y el estado se hacía cargo de la remuneración del clero. Se otorgaban derechos civiles a todos los religiosos para permitirles abandonar sus cargos y convertirse en ciudadanos como los demás, sin privilegios ni regalías.
Con esta nueva ley, que fue aprobada por la Asamblea Constituyente en julio de 1790, Francia consiguió la desamortización y nacionalización de los bienes de la Iglesia, que dependía del estado y no del papado. Los obispos y sacerdotes se convirtieron en "funcionarios públicos eclesiásticos" y debían jurar la futura constitución, aunque muchos de ellos se negaron, por lo que fueron perseguidos y considerados como contrarrevolucionarios. Los bienes eclesiásticos fueron vendidos a cambio de asignados, bonos de la deuda pública emitidos por el estado, auténtico papel moneda. Esta medida provocó la inflación y la depreciación de su valor, aunque favoreció a la burguesía porque se hizo con gran parte del patrimonio eclesiástico.
En junio de 1791 se aprobó la ley Le Chapelier (nombre del presidente de la asamblea) que decretó la abolición del feudalismo, instauró la libertad de empresa y prohibió las asociaciones y corporaciones gremiales de todo tipo. Así, fueron suprimidos los gremios y los monopolios y quedó regulada la actividad industrial por la ley de la oferta y la demanda. Esta ley impedía a los trabajadores y a los dueños de las industrias tomar acuerdos o deliberaciones sobre pretendidos intereses comunes. Los constituyentes que habían establecido los principios del liberalismo político sentaron también las bases del liberalismo económico.
El papa Pío VI manifestó su rechazo a las nuevas medidas que estaba implantando Francia e instó a Luis XVI a evitar sancionar la constitución. El rey, presionado por sus cortesanos y ante los progresos revolucionarios, comenzó a solicitar a las monarquías europeas ayuda para hacer fracasar la revolución. Impulsado por el miedo y ante la tardanza de la ayuda europea, el 20 de junio de 1791 huyó con su familia del palacio de las Tullerías, burlando la vigilancia de la asamblea y de la Comuna de París. No obstante, y a pesar de los disfraces con los que creían pasar desapercibidos, los miembros reales y sus seguidores fueron descubiertos y detenidos en Varennes (noreste francés). Inmediatamente fueron obligados a regresar a palacio donde quedaron en arresto domiciliario. Luis XVI fue suspendido por la asamblea de todas sus funciones. Esta huida de la familia real precipitó los acontecimientos y ocasionó la consolidación de la conciencia republicana entre los revolucionarios franceses.
El mundo revolucionario lo constituían varios grupos políticos. El club de los cordeleros, llamados así por reunirse en el antiguo convento de los franciscanos o "cordeleros", era un grupo extremista del pueblo llano liderado por Danton y Marat, considerado plenamente demócrata porque deseaba la igualdad social y exigía la supresión del régimen monárquico y la instauración de la república. Estos republicanos junto a los jacobinos, revolucionarios exaltados que tenían sus reuniones en el expropiado convento dominico de San Jacobo, incitaron a la población parisina para que se uniera a sus reivindicaciones. El 17 de julio de 1791, una gran multitud se presentó ante el "altar de la patria" que un año antes había sido levantado en el Campo de Marte parisino, para exigir que se suprimiese la monarquía y se instalase la república. Asustada la asamblea por tamaña manifestación, ordenó su disolución a las fuerzas del orden. Éstas cargaron contra el pueblo produciendo más de cincuenta muertos y multitud de heridos. "La matanza del Campo de Marte" aumentó la división entre los moderados monárquicos y los revolucionarios demócratas. Desde entonces ese suceso ha sido considerado un crimen contra el pueblo.
Los grupos de revolucionarios moderados, preocupados por la situación de Francia, fueron los girondinos y los cistercienses. Los primeros, pequeños burgueses defensores de la monarquía constitucional y procedentes en su mayoría de la región francesa de la Gironda, se habían escindido de los jacobinos. Los cistercienses, monárquicos liberales, tomaron ese apodo por haber establecido su club en el expropiado convento de los monjes "feuillants" del Císter, por lo que fueron también apodados "feuillants". De igual manera procedían del club de los jacobinos, pero se separaron de ellos por ser contrarios a la república. Este "club monárquico", como fue llamado por sus detractores, tuvo en adelante una connotación de moderado, realista y aristócrata. No obstante, muchos de los diputados que compusieron las diversas asambleas en esta época revolucionaria evitaron adscribirse a los clubes políticos, con el fin de poder optar por una u otra tendencia según les conviniera. Estos asamblearios fueron considerados "de centro" por colocarse en los escaños del medio del hemiciclo.

5. La constitución de 1791 y la Asamblea Legislativa
Tras dos años de complicada elaboración, por fin el 3 de septiembre de 1791 fue promulgada la primera constitución francesa por la asamblea y jurada el 14 de septiembre por Luis XVI, que fue repuesto en sus atribuciones.

Preámbulo de la constitución francesa de 1791
"La Asamblea Nacional, queriendo establecer la constitución francesa sobre los principios que acaba de reconocer y declarar, decreta la abolición irrevocable de las instituciones que vulneraban la libertad y la igualdad de derechos. Ya no hay nobleza, ni pares, ni distinciones hereditarias, ni distinciones de órdenes, ni régimen feudal, ni justicias patrimoniales, ni ninguno de los títulos, denominaciones y prerrogativas que derivaban de ellas, ni órdenes de caballería, ni ninguna de las corporaciones o condecoraciones para las cuales se exigían pruebas de nobleza o suponían distinciones de nacimiento; ya no existe más superioridad que la de los funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones. Ya no hay venalidad, ni adquisición por herencia de ningún oficio público. Ya no hay, para ninguna parte de la nación, ni para ningún individuo, privilegio o excepción alguna al derecho común de todos los franceses. Ya no hay gremios, ni corporaciones de profesiones, artes y oficios. La ley ya no reconoce ni los votos religiosos, ni ningún otro compromiso que sea contrario a los derechos naturales o a la constitución".
La constitución garantizaba la libertad económica al abolir los monopolios, los privilegios económicos y los gremios, e instaurar el principio de la libre iniciativa en la creación de empresas y en las relaciones laborales. También se reformó el sistema fiscal al crearse el impuesto directo, denominado "contribución", más igualitario que el gravamen anterior. Otro de los logros administrativos lo constituyó la organización del estado con la desaparición de las provincias históricas y su sustitución por la creación de 83 departamentos, provincias más uniformes, gobernadas por un procurador general y un consejo elegido por los ciudadanos activos de cada departamento.
El régimen de monarquía constitucional y la división de poderes quedaron establecidos en diecisiete artículos. El ejecutivo lo ostentaba un rey con poderes recortados, como representante hereditario de la soberanía nacional. Al monarca le correspondía designar a los secretarios y dirigir el ejército y la diplomacia; el poder judicial debía ser independiente y el legislativo quedaba depositado en una Asamblea Nacional Legislativa.
Esta nueva cámara se encontraba integrada por 745 diputados varones mayores de 25 años, que se renovaban cada dos años. Sólo podían votar los ciudadanos denominados "activos", que eran hombres que tenían más de 25 años y pagaban impuestos directos equivalentes a tres días de trabajo, entre otros requisitos; por eso se denomina censitario este sistema electoral. Los que no podían votar seguían siendo considerados ciudadanos, pero "pasivos". Los ciudadanos activos procedían a realizar una elección indirecta, en diferentes pasos: primero se reunían cada dos años en asambleas en las que nombraban "electores" para cada departamento; y eran estos "electores" (que debían cumplir a su vez una serie de requisitos más exigentes, además de ser ciudadanos activos) los que elegían a los diputados en la Asamblea Nacional. Para este fin eran "elegibles" todos los ciudadanos "activos". Estos diputados debían tener una renta superior a la media establecida de los "activos", grupo económico al que pertenecía cualquier contribuyente que pagara impuestos directos. Así, los ciudadanos "pasivos" (el pueblo llano más pobre) no podrían intervenir en la política oficial, lo que convenía a los burgueses.
La nueva asamblea, constituida por 745 franceses, agrupaba 264 diputados de "derecha", en su mayoría pertenecientes al grupo de los girondinos y al club de los cistercienses, más los 345 diputados de "centro". Estos asamblearios carecían de adscripción política determinada aunque estaban orgullosos de los logros revolucionarios y se encontraban sentados en la parte baja de la sala, en la "llanura". Completaban la asamblea los 136 delegados de la "izquierda", los pequeños burgueses más demagógicos de la revolución, partidarios de la democracia y de la república como sistema de gobierno. La mayoría pertenecía al club de los jacobinos y a ellos se habían sumado los cordeleros. Estos parlamentarios, revolucionarios exaltados, se colocaban en lo alto de la asamblea, denominada la "montaña".
Todos los diputados elegidos como representantes del pueblo en la Asamblea Legislativa lo eran por primera vez, ya que la Asamblea Nacional Constituyente fue renovada completamente. La vida política se había polarizado entre los grupos asamblearios, que trataban de imponer sus ideas desde los clubes, periódicos, salones aristocráticos, etc. En el exterior, los círculos de emigrantes y los gobiernos monárquicos europeos alentaban a la contrarrevolución.
El pueblo francés continuaba sufriendo las subidas de los precios, las represiones contra las insurrecciones llevadas a cabo por la Guardia Nacional y los sermones de muchos eclesiásticos que aconsejaban rebelarse contra la constitución y el gobierno revolucionario. Ante tamaño desbarajuste político y social en Francia, los monarcas europeos decidieron unir sus fuerzas y en agosto de 1791 Austria y Prusia firmaron la Declaración de Pilnitz (Sajonia). En ella se alentaba a los demás gobiernos del continente a combatir a la Francia revolucionaria para salvar a Luis XVI del caos en que se encontraba. Por fin, en abril de 1792 Austria y Prusia formaron la Primera Coalición e invadieron Francia con sus tropas, lo que dio lugar a que la asamblea les declarase la guerra. El ejército francés, que todavía se encontraba dirigido por aristócratas contrarrevolucionarios, fue derrotado por el alemán debido a su inferior preparación.

6. La revolución popular, la convención y el Terror
Tanto la asamblea como el pueblo, culparon al rey y a sus fieles monárquicos del fracaso militar. Se formó la "comuna insurreccional" para luchar contra la monarquía. A la comuna parisina se unieron los sans-culottes, hombres del pueblo y revolucionarios ardientes, fervientes partidarios del régimen republicano, denominados así por vestir el pantalón popular y no el aristocrático. El 10 de agosto de 1792, una multitud enardecida de hombres y mujeres provistos de armas asaltó el palacio de las Tullerías, apresó al rey y a su familia y los condujeron a la prisión del Temple, momento que aprovechó la Asamblea Legislativa para despojar a Luis XVI de todas sus prerrogativas. La población, exaltada por los acontecimientos insurreccionales, comenzó a asesinar a todo aquel considerado contrarrevolucionario, produciéndose entonces el "primer Terror".
Se decidió convocar nuevas elecciones por sufragio universal masculino, lo que produjo la disolución de la asamblea y la elección el 20 de septiembre 1792 de una convención. Este cambio político renovó el entusiasmo del ejército francés, que animado también por el cántico (La Marsellesa) de las tropas procedentes de Marsella, ese mismo día consiguió una gran victoria en Valmy (este de Francia) contra los ejércitos europeos invasores. La nueva asamblea o parlamento, la convención, se radicalizó hacia la izquierda al quedar apartados de la misma los monárquicos fieles a Luis XVI. Para dirigir la nación se formó un Consejo Ejecutivo, cuyo ministro más relevante fue Danton. Ahora, los 749 nuevos asamblearios se dividían en 150 diputados de derecha, en su mayoría girondinos partidarios de una administración descentralizada y de la continuación de la guerra contra las monarquías europeas, con el fin de unir a todos los franceses en la defensa de su patria y propagar las ideas liberales en los estados extranjeros. Otros 224 parlamentarios pertenecían a la izquierda: eran jacobinos, cordeleros y otros diputados extremistas que por situarse en la parte más alta de la sala de reuniones, fueron denominados "montañeses". Completaban la nueva cámara 375 diputados sin ideología definida que ocupaban los escaños de la llanura. Éstos, al comienzo de las sesiones apoyaron a los girondinos, por identificarse con la defensa de la propiedad y del estado federal que ese grupo defendía. No obstante, cuando el régimen se inclinó totalmente a la izquierda, no dudaron en secundar a los montañeses.
La Convención Nacional comenzó siendo dirigida por los girondinos y tuvo como primera misión redactar una nueva constitución que declarara al estado francés como república. Al rey se le había abierto un proceso judicial para culparle de los intentos contrarrevolucionarios. El 20 de septiembre de 1792, y en contra de los dirigentes girondinos, se le consideró culpable de traicionar a la revolución. La monarquía, como sistema de gobierno había quedado abolida, ya que el 22 de septiembre se instituyó la república como sistema político que se fundamenta en la constitución y en la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos. Los súbditos franceses se convirtieron en "ciudadanos". Se sustituyó la era cristiana por la revolucionaria, quedando abolido el calendario gregoriano establecido en el orbe católico en 1582. El nuevo anuario republicano comenzaba por el año I, equivalente a 1793. Los años se iniciaban en septiembre en honor a la instauración de la república. Los meses contenían 30 días más 5 al final del año, o 6 si era bisiesto, y llevaban el nombre basado en los periodos climáticos y agrícolas: fructidor, vendimiario, brumario, frimario, nivoso, pluvioso, ventoso, germinal, floreal, pradial, termidor y passidor. El 20 de enero de 1793, por escasa mayoría, la convención decidió la inmediata ejecución del rey.
Poco tiempo antes había comenzado a prepararse una máquina para decapitar a los reos, ya utilizada en siglos anteriores, pero ahora perfeccionada y aconsejada por el cirujano y miembro de la Asamblea Nacional, Guillotin, a quien debe su nombre. El gobierno republicano impuso la guillotina como medio más rápido de ejecución y para que la pena de muerte fuera igual para todos, sin distinción de rangos ni clases sociales.
El 21 de enero de 1793 Luis XVI fue guillotinado, dando fin así a la monarquía constitucional. La ejecución del rey Borbón produjo el unánime rechazo de los estados europeos. Gran Bretaña, España, Holanda y otros países se unieron a la Primera Coalición antifrancesa. Para reforzar el ejército, la convención ordenó en febrero la leva de 300.000 soldados, hecho que provocó el levantamiento del campesinado y revueltas en las regiones más católicas, deprimidas y contrarias a la revolución. El principal movimiento campesino armado se produjo en la región atlántica de la Vendée, secundado por monárquicos y religiosos. La convención quedó dividida y los montañeses fueron consiguiendo poder por el apoyo de los sans-culottes, que deseaban una rápida mejora de las clases desfavorecidas a costa de los ricos aristócratas y grandes burgueses.
A la convención girondina se le acumulaban los problemas: la rebelión de la Vendée y de otras comarcas francesas, la huida de los nobles y de la gran burguesía por el pánico a ser detenidos y guillotinados, la devaluación de los asignados, el aumento de la inflación, las malas cosechas, la falta de víveres, el abuso de los especuladores, las guerras exteriores, etc. Para paliar tantas dificultades comenzaron a crearse comités que controlarían cada aspecto social y político. Primeramente la convención instituyó en marzo de 1793 el Tribunal Revolucionario Extraordinario para que los nobles, eclesiásticos y otras personas contrarias al régimen fueran juzgados inmediatamente. También se repartieron por las ciudades los Comités de Vigilancia y de Seguridad General con el propósito de detectar y solucionar las insurrecciones.
En abril, los diputados más extremistas, como Robespierre, consiguieron formar el Comité de Salud Pública presidido por Danton, para perseguir, encarcelar y ejecutar a los enemigos de la revolución y para controlar la actuación del gobierno girondino. Por su parte, éste creó la Comisión de los Doce que vigilaría y juzgaría a los perturbadores del orden público. Finalmente, el malestar general favoreció a los jacobinos, que tras hacerse con la Guardia Nacional consiguieron detener a los diputados girondinos. El 2 de junio de 1793 comenzó la etapa más dramática de la revolución: el gobierno del Terror.
Maximilien de Robespierre, la figura más destacada del club de los jacobinos, se puso al frente de la nueva convención jacobina, dirigida ahora por los montañeses. Robespierre se hallaba decidido a transformar totalmente la sociedad francesa, que se basaría en los ideales ilustrados y en el radicalismo democrático fundado en la sola razón (la diosa razón), debiendo estar dirigida por un estado centralizado en el que todos sus habitantes fueran iguales en derechos y deberes. Robespierre intentó sustituir el cristianismo por un culto de estado dedicado al Ser Supremo, y para congraciarse con la burguesía prometió proteger la propiedad individual y perseguir a los causantes de los desórdenes sociales. El Comité de Salud Pública fue el encargado de suprimir los últimos privilegios del clero, la nobleza y la alta burguesía, así como de juzgar y guillotinar a todos los sospechosos antirrevolucionarios. En el verano de 1793 quedó impuesta la "dictadura del Terror".
También fue elaborada la segunda constitución francesa. La constitución del año I (junio de 1793) no terminó de implantarse, pero ha sido considerada como la más democrática y avanzada. Recogía el sufragio universal masculino y directo; el poder ejecutivo debía ser elegido por la asamblea entre los candidatos de los departamentos; se consolidaban los derechos de trabajo, asistencia e instrucción gratuita, la obligatoriedad de la enseñanza primaria, la abolición de la esclavitud y el derecho a la rebelión. La constitución tenía que ser ratificada por un referéndum popular.

Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano (acta constitucional de 24 de junio de 1793 – año I)
"El pueblo francés, convencido de que el olvido y el desprecio de los derechos naturales del hombre son las únicas causas de las desgracias del mundo, ha resuelto exponer en una declaración solemne estos derechos sagrados e inalienables, a fin de que todos los ciudadanos, pudiendo comparar en todo momento los actos del gobierno con la finalidad de toda institución social, no se dejen jamás oprimir ni envilecer por la tiranía; a fin de que el pueblo tenga siempre ante sus ojos las bases de su libertad y de su felicidad, el magistrado la regla de sus deberes, el legislador el objeto de su misión. En consecuencia, proclama en presencia del Ser Supremo, la siguiente declaración de los derechos del hombre y del ciudadano:
Artículo 1º. El fin de la sociedad es la felicidad común. El gobierno ha sido instituido para garantizar al hombre el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles.
Artículo 2º. Estos derechos son la igualdad, la libertad, la seguridad, la propiedad.
Artículo 3º. Todos los hombres son iguales por naturaleza y ante la ley".
La nueva constitución no resolvió los problemas de la sociedad francesa. Continuaron las insurrecciones en varios departamentos. En Normandía, el Midi, Lyon, Burdeos y sobre todo en la Vendée se vivieron los enfrentamientos más sangrientos. Charlotte Corday, seguidora del club de los girondinos, asesinó el 12 de julio de 1793 a Marat, líder de los sans-culottes, que se encontraba tomando un baño en su casa de París. A causa de este homicidio se desató el "gran Terror" por parte de los jacobinos. Se suspendieron las garantías constitucionales y aumentaron las persecuciones contra todo posible sospechoso antirrevolucionario. Se calcula que durante el año que dominó la convención jacobina se ajustició a más de 35.000 personas, incluidas la reina María Antonieta y su familia, varios revolucionarios, los diputados girondinos de la primera convención y otros políticos como Danton y Desmoulins, partidarios de la extrema izquierda aunque contrarios a la extensión del Terror. Robespierre justificaba la represión como exigencia de la "virtud" que predicaba, y no dudó en ejecutar también a destacados líderes de los sans-culottes, como Hebert, a pesar de que había sido uno de sus principales puntales en la consecución del poder.
Robespierre, convertido en el "gran dictador" a finales de 1793, dominaba todos los registros del ejecutivo y el legislativo. La oposición casi había sido anulada y aunque el ejército de un millón de hombres, conseguido gracias al servicio militar obligatorio, estaba cosechando triunfos contra las monarquías europeas, el elevado número de soldados había dejado al campo sin brazos. La crisis económica no terminaba de solucionarse, pese a la nueva ley de precios y salarios y la requisa de alimentos que Robespierre había decretado para evitar especulaciones ante las malas cosechas. El gobierno jacobino había adoptado la economía dirigida, necesaria para cubrir las necesidades de abastecimiento del ejército que ya luchaba en muchas batallas contra la coalición antifrancesa.
En septiembre de 1793 se publicó la ley del "máximum general" que fijaba los precios máximos que podían alcanzar las subsistencias y los salarios. Esta economía dirigida triunfó en esos momentos porque permitió alimentar a la población y al ejército, medida que propició la aceptación del "dictador" por el pueblo francés. Por el contrario, la burguesía revolucionaria partidaria de la libertad económica se apartó de este gobierno que imponía todas las medidas a base del "Terror" (se perseguía y condenaba a muerte a los acaparadores y se admitía cualquier denuncia, fuera o no fundamentada). El poder político había quedado totalmente centralizado. Robespierre, con su intervencionismo político y económico era el que dirigía todo el estado.
En 1794 las crisis políticas y sociales fueron en aumento. El Comité de Salud Pública fue perdiendo la conformidad de la mayoría parlamentaria, que ya estaba cansada de tanta represión e intervención económica. En la llanura, los representantes más significativos de este sector de la convención, como Fouché, el conde de Barrás y Tallien (posteriormente casado con la española Teresa Cabarrús), comenzaron a conspirar contra Robespierre y sus seguidores para lograr hacerse con el gobierno de la convención. El 9 de termidor del año II (27 de julio de 1794) dieron un golpe de estado, apresaron de forma violenta a Robespierre, a Saint-Just, presidente por entonces de la convención jacobina, y a los partidarios del "Terror", que sin juicio previo fueron guillotinados al día siguiente. La "república de la virtud" patrocinada por Robespierre había finalizado.
De esta forma se produjo otro cambio político, ahora eran los burgueses de la llanura los que desataron lo que se ha denominado "reacción termidoriana". Se suprimió el Comité de Salud Pública, se depuró el tribunal revolucionario y muchos de sus miembros fueron guillotinados, mientras que los acusados por sospechosos contrarrevolucionarios quedaron libres. Los girondinos y refractarios, que habían logrado huir de Francia durante el Terror, regresaron del exilio. Asimismo, se decretó la persecución contra jacobinos y cordeleros, sus clubes fueron clausurados y guillotinados los más exaltados revolucionarios. A esta etapa represiva se le ha dado el nombre de "Terror blanco". Fue restablecido el culto católico y suprimida la ley del máximum general que había sido impuesta por la convención jacobina, quedando restablecida la libertad de precios y el comercio de granos. Sin embargo, estas medidas produjeron mayor pobreza en las clases populares, mientras los financieros, los grandes especuladores y comerciantes amasaban enormes fortunas. La inflación y la escasez de alimentos provocada por las malas cosechas de 1795 agravaron la situación de la población, dando lugar a levantamientos populares en París y en toda Francia, que fueron reprimidos por el ejército al mando de un joven general de artillería, Napoleón Bonaparte, triunfador en muchas batallas contra la coalición europea. En 1795, Francia firmó en Basilea la paz con Prusia y España y también conquistó las Provincias Unidas (Holanda y Bélgica), que fueron convertidas en el estado de la República Bátava.

7. El final de la revolución: el Directorio
La tercera constitución francesa, que supuso un amplio retroceso respecto a las dos anteriores, fue aprobada en septiembre de 1795. Sólo se mantenía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y el derecho a la propiedad, mientras se anulaban muchos de los derechos conseguidos en las anteriores etapas revolucionarias.
La asamblea de diputados, que representaba al poder legislativo, fue dividida en dos cámaras: el Consejo de Ancianos compuesto por 250 miembros de más de 40 años (ancianos para la época) que tenía la misión de aprobar las leyes, y el Consejo de los Quinientos, integrado por 500 legisladores encargados de elaborar los proyectos de ley que debía ratificar el Consejo de Ancianos.
El poder ejecutivo lo ejercía un Directorio formado por cinco miembros designados por el Consejo de Ancianos sobre una lista de diez, propuestos por el Consejo de los Quinientos. Había quedado suprimido el sufragio universal, que fue sustituido por el censitario. El mantenimiento de la administración territorial, con la división de Francia en 83 departamentos y la definitiva supresión de los distritos procedentes de la anterior distribución regional del Antiguo Régimen, constituyó la herencia más destacada de la primera constitución.
Las reformas políticas y sociales llevadas a cabo por el Directorio no consiguieron la paz interior ni exterior. El problema financiero continuaba sin resolverse, las condiciones de vida de los franceses seguían empeorando, los asignados perdían su valor, siendo sustituidos por un nuevo papel moneda de curso forzoso, el mandato territorial, que tampoco logró solucionar la economía francesa. Se produjeron varias sublevaciones contra el gobierno del Directorio, como la Conjura de los Iguales protagonizada por el filósofo François Noël Baboeuf, que deseaba instaurar un régimen de tipo comunista con la supresión de la propiedad privada y el establecimiento de una administración común. Baboeuf, Buonarroti y otros revolucionarios habían fundado la Sociedad de los Iguales para conseguir un nuevo sistema de gobierno más igualitario. Pero estos idealistas revolucionarios no lo lograron porque fueron denunciados, condenados a muerte y guillotinados en mayo de 1797. Este movimiento comunitario tuvo gran influencia en la historia del socialismo, comunismo y anarquismo de los siglos XIX y XX.
Mientras tanto, el gobierno del Directorio tuvo que volver a la moneda metálica, acción que provocó la deflación, favorecida también por las buenas cosechas de 1796 y 1797. El déficit del tesoro continuaba sin resolverse. Para pagar las deudas del estado, los "directores" resolvieron recurrir a banqueros, abastecedores, especuladores, etc., y en septiembre de 1797, gracias a las victorias obtenidas frente a las coaliciones extranjeras, decidieron abordar una reforma financiera para reducir la deuda. También se reestructuró el sistema fiscal con nuevos impuestos.
En el exterior, Francia, gracias a su ya poderoso ejército y al genio militar de sus más destacados generales, sobre todo el de Napoleón Bonaparte, continuó conquistando territorios europeos. Se fundaron "repúblicas hermanas" tributarias del estado galo, así la República Helvética en Suiza, la República Romana en los Estados Pontificios y la República Partenopea en Nápoles. También fueron ocupados por el ejército francés el Piamonte y la Toscana en la península italiana. En julio de 1798, Bonaparte fue enviado a Egipto para interceptar la colonización inglesa hacia la India. Sus tropas consiguieron la ocupación del noreste africano tras el triunfo en la batalla de las pirámides. Sin embargo, en agosto de ese año, la flota francesa fue aniquilada frente a Egipto por el almirante inglés Horacio Nelson. Este éxito militar inglés propició la formación de una Segunda Coalición antifrancesa compuesta ahora por Inglaterra, Austria, Rusia, Turquía y el rey de Nápoles, que se encontraba refugiado en Sicilia. En la primavera de 1799 Francia perdió toda Italia y Alemania.
Por entonces, el Directorio se encontraba en su fase más baja. Sus fracasos militares, administrativos y políticos incitaron a que algunos de sus directores, como el ex abate Sieyès, el vizconde de Barrás y Roger Ducos, decidieran recurrir a la fuerza del ejército para solucionar tanto los problemas del interior como del exterior. Llamaron a Napoleón Bonaparte, el general más prestigioso del ejército francés, recién llegado de Egipto y de acuerdo con él organizaron un golpe de estado, que se produjo el 18 de brumario del año VIII (9 de noviembre de 1799). El triunfo de este golpe de estado incruento consiguió poner fin a la etapa revolucionaria del Directorio e iniciar la del Consulado. En ese momento comenzó la dominación napoleónica.

8. El difícil proceso de cambio: alcance y trascendencia de la revolución
Es necesario señalar que cuando surgieron los acontecimientos revolucionarios en 1789, el tercer estado no pretendía derrocar a Luis XVI, al que prácticamente no conocía aunque acataba como representante de Dios. El pueblo francés aceptó que un monarca gobernase la nación, hasta que los rápidos sucesos que se fueron produciendo cambiaron su mentalidad. Rápidamente, el pueblo llano asumió las ideas republicanas y el deseo de un estado sin dirigentes privilegiados, donde todos los hombres tuviesen oportunidad de progresar en el aspecto social, económico y político. La mayoría de la sociedad francesa se fue radicalizando hacia la izquierda. En diciembre de 1792, la presión de las masas junto con la traición del rey llevaron a los diputados de la convención a declarar la república como nuevo régimen de gobierno.
La revolución modificó la demografía francesa. Se produjo un retroceso en la natalidad y un aumento en la mortalidad a causa de las sublevaciones, las represiones, las emigraciones, las guerras, las epidemias, la escasez de alimentos, etc. Si en 1789 se ha estimado una población en Francia de 27.6 millones, el censo de 1801 ha dado la cifra de 27.3 millones de franceses. No sólo París y las grandes urbes sufrieron enfrentamientos y revueltas, también el campo fue muy perjudicado por esas luchas, malas cosechas y la falta de brazos jóvenes. No obstante, el avance de la democracia en Francia, a partir de la instauración del nuevo régimen de gobierno, tuvo consecuencias muy positivas para el progreso mundial. El afán de Robespierre de imponer un sistema científico en todos los aspectos de la vida del hombre que pudiese mejorar y normalizar el sistema social y económico, dio como resultado la racionalización del sistema de pesos y medidas. Así se llegó al sistema decimal, en lo que respecta a medidas, pesos, monedas y distancias, que poco a poco fue adoptando la mayoría de los países europeos. También se creó el sistema centígrado para medir la temperatura. El termómetro tendría 100 grados, estableciendo el 0º para la solidificación y el 100º para la evaporación. Hoy día el sistema métrico decimal francés ha quedado adoptado por la totalidad de las naciones.
A partir del triunfo de la revolución francesa surgió la sociedad de clases que suplantó a la ya decrépita sociedad estamental. Esta revolución contribuyó a que en muchos de los estados europeos del siglo XIX se proclamara la libertad e igualdad de todos los hombres ante la ley y se establecieran regímenes constitucionales cimentados en la soberanía nacional. Una de las influencias ideológicas para la instauración de las democracias en muchos países fue la propugnada por los jacobinos, herederos de las teorías expuestas por Rousseau en El contrato social, e impulsores del concepto de soberanía nacional, que debe residir en el pueblo y no en un rey o gobernante. Asimismo, fue asimilada la noción del "interés común" por encima del privado. Estas ideas, que también han ido predominando en los regímenes de los siglos XVIII, XIX, XX y XXI, fueron divulgadas en Europa a través de los exiliados prerrevolucionarios, como fueron Rousseau y Necker; por los emigrados contrarrevolucionarios y por los ejércitos conquistadores de la república y del imperio. Todos ellos contribuyeron a la definición del nuevo pensamiento político. Se consiguió pasar del sistema de administración del estado basado en la monarquía absoluta, característico del Antiguo Régimen, a un gobierno (poder ejecutivo) controlado por el judicial y por los representantes del pueblo reunidos en asambleas o parlamentos (poder legislativo). Este sistema de gobierno de una nación es conocido como nuevo régimen y fue Francia el primer país europeo donde quedó eliminado el ya caduco Antiguo Régimen.
Europa se comportó de diferente manera durante los años revolucionarios. En Suiza, Bélgica y Gran Bretaña las ideas divulgadas por Francia reavivaron los deseos de cambio, aunque otros países como España e Italia se fueron incorporando al nuevo proceso por la fuerza de las armas francesas. En Suecia, Dinamarca, Prusia o Polonia, los gobiernos monárquicos intentaron defenderse de la influencia extranjera estableciendo sus propias reformas. En las monarquías más conservadoras como Rusia, Turquía y Austria los pensamientos revolucionarios también propiciaron los avances políticos que un siglo más tarde se llevaron a la práctica. Aunque no hay duda de que fueron las tropas francesas, en su escalada europea durante la república y el imperio las que propagaron con mayores consecuencias las nuevas ideas y sistemas de gobierno constitucionales.
Así, la historia de las relaciones entre Francia y Europa durante esta época ha quedado definida por el espíritu revolucionario y la existencia de una clara intención ideológica de los políticos y militares franceses triunfadores en su país. Los soberanos absolutistas europeos se dieron cuenta de que la única forma que tenían de frenar esa influencia, que para ellos era aniquiladora, consistía en la unión de todos sus ejércitos y en la total supresión del francés. Pero a partir de 1795 las victorias francesas fueron deshaciendo toda posible esperanza triunfadora, por lo que las potencias europeas comenzaron a utilizar la vía diplomática. Por el Tratado de Basilea de abril de 1795, Prusia renunció a la orilla izquierda del Rin a cambio de compensaciones en la orilla derecha. Como prolongación de este tratado fue firmada la paz entre Francia y España el 22 de julio de 1795, acuerdo que establecía la obligación del Directorio de devolver los territorios ocupados en España y a cambio el gobierno de Carlos IV cedió a Francia la parte española de la isla caribeña de Santo Domingo (los franceses desde 1697 ya controlaban la parte occidental de la isla, Haití). También fueron normalizadas las relaciones comerciales entre ambos países. La firma del Tratado de San Ildefonso de La Granja del 26 de agosto de 1796 entre Francia y España instauró una alianza con el Directorio para unir sus flotas y mermar así el poderío marítimo de Gran Bretaña. Austria, en octubre de 1797 firmó la Paz de Campoformio, donde reconoció las nuevas repúblicas establecidas por Francia. Ya sólo faltaba la rendición de Gran Bretaña, la gran potencia enemiga. El Directorio centró sus esfuerzos en luchar contra ella, aunque no consiguió someterla. Sería el futuro emperador francés, Napoleón Bonaparte, el que desde 1799 pondría toda su energía en lograrlo.

Concepción Ybarra Enríquez de la Orden
en Ángeles Lario (coord.)
Historia contemporánea universal
Alianza Editorial

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