¿Ha estado
enamorado alguna vez? Es prácticamente seguro que sí. La mayoría de la gente
sabe desde la adolescencia qué es estar enamorado y, para muchos de nosotros,
el amor y el romance aportan algunos de los más intensos sentimientos de
nuestra vida. ¿Por qué se enamoran las personas? La respuesta, a primera vista,
parece obvia. El amor expresa una atracción física y personal que dos
individuos sienten el uno por el otro. Hoy en día, podemos ser escépticos ante
la idea de que el amor es para siempre, pero solemos pensar que enamorarse es
una experiencia que procede de sentimientos humanos universales. Parece del
todo natural que una pareja que se enamora quiera realizarse personal y
sexualmente a través de su relación, y quizá mediante el matrimonio.
Sin embargo, esta
situación que hoy nos parece evidente es, de hecho, bastante inusual.
Enamorarse no es una experiencia que tenga la mayoría de los habitantes del
mundo y, si la tienen, no suele vincularse al matrimonio. La idea del amor
romántico no se extendió en Occidente hasta fecha bastante reciente y ni
siquiera ha existido en la mayoría de las otras culturas.
Solo en los tiempos
modernos se ha considerado que el amor y la sexualidad estén íntimamente
ligados. Boswell, historiador del medioevo europeo, ha señalado hasta qué punto
nuestra idea contemporánea del amor romántico es inusual. En la Europa medieval
casi nadie se casaba por amor. De hecho, existía entonces el siguiente dicho:
amar a la propia esposa con pasión es adulterio. En aquellos días y durante
siglos los hombres y las mujeres se casaban principalmente para mantener la
propiedad de los bienes familiares o para criar hijos que trabajaran en sus
granjas. Una vez casados, podían llegar a ser buenos amigos, sin embargo esto
ocurría después de las bodas y no antes. A veces la gente tenía otras
relaciones sexuales al margen del matrimonio, pero éstas apenas inspiraban las
emociones que ahora relacionamos con el amor. El amor romántico se consideraba,
en el mejor de los casos, una debilidad y, en el peor, una especie de
enfermedad.
Hoy día nuestra
actitud es casi la contraria. Con razón habla Boswell de que prácticamente
existe una obsesión en la moderna cultura industrial con el amor romántico; los
que están inmersos en este mar de amor suelen darlo por hecho. En muy pocas
culturas premodernas o contemporáneas no industrializadas se aceptaría esta
idea que no suscita polémica en Occidente de que el objetivo de un hombre es
amar a una mujer y el de una mujer amar a un hombre. A la mayoría de las personas
de todas las épocas y lugares esta valoración del ser humano les parecería
bastante pobre.
Por consiguiente,
el amor romántico no puede considerarse como parte intrínseca de la vida humana
sino que, en realidad, esta concepción es fruto de muy diversas influencias
sociales e históricas, que son el objeto de estudio de los sociólogos.
La mayoría de
nosotros vemos el mundo según las características que tienen que ver con
nuestra propia vida. La sociología demuestra que es necesario utilizar un punto
de vista más amplio para saber por qué somos como somos y por qué actuamos de
la forma en que lo hacemos. Nos enseña que lo que consideramos natural,
inevitable, bueno o verdadero puede no serlo y que las cosas dadas de nuestra
vida están influidas por fuerzas históricas y sociales. Para el enfoque
sociológico es fundamental comprender de qué forma sutil, aunque compleja y
profunda, la vida individual refleja las experiencias sociales.
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