domingo, 23 de febrero de 2020

Estados Unidos: del viaje del Mayflower a la guerra de secesión


El viaje del Mayflower
Una diferencia que tendrá consecuencias en el futuro son las diferentes razones por las que los europeos llegaron a América. Españoles y portugueses desembarcaron en plan de conquista; en América del Norte, en cambio, lo harán para colonizar y sentar las bases de un mundo diferente del que habían dejado atrás. La conquista propiamente dicha se dio más tarde, en el siglo XIX, a raíz del descubrimiento de oro en California.
El origen de la migración de colonos británicos a América hay que buscarlo en las divisiones que se produjeron en la Iglesia anglicana durante el siglo XVI. Uno de los grupos escindidos era el de los puritanos, que interpretaban los mandamientos de un modo más riguroso aún que los calvinistas. Como en Inglaterra la corona ejercía control sobre la Iglesia anglicana, a la que los puritanos querían purificar, éstos tuvieron enfrentamientos con el poder y fueron perseguidos. Por ello, en 1607, un grupo de puritanos decidió establecerse en Holanda buscando mayor libertad religiosa y se asentaron en Leyden, donde vivieron hasta 1617, cuando la Compañía de Londres, dedicada a la colonización de Norteamérica, les ofreció tierras en Nueva Inglaterra.
La mayoría de los puritanos aceptó, con la intención de crear una nueva Jerusalén para vivir de acuerdo con sus creencias religiosas. Como carecían de recursos para pagar los gastos, firmaron un acuerdo por el que se comprometían a trabajar durante siete años para la compañía.
En septiembre de 1620, ciento dos personas partieron del puerto de Plymouth, a bordo del Mayflower, con destino a Virginia; y tras 65 días de viaje, a causa del mal tiempo y de errores de navegación, llegaron a la costa de Massachusetts, a unos 800 kilómetros del lugar convenido. Radicados allí, firmaron el Pacto del Mayflower, considerado el primer antecedente constitucional del continente americano.
Las condiciones de vida resultaron muy duras para estos colonos, aunque los nativos de la región fueron amistosos y los ayudaron a establecerse. Durante el primer año, murió el cuarenta por ciento de los peregrinos por hambre y enfermedades. Hoy, el recuerdo de los padres peregrinos adquiere especial relevancia en los Estados Unidos con motivo del día de acción de gracias (thanksgiving day). La celebración conmemora la fiesta con la que los puritanos celebraron su primera cosecha, en 1621, convocados por William Bradford, gobernador de la colonia.

La guerra de los Siete Años
La guerra de los Siete Años, entre España, Francia y Gran Bretaña por el dominio de América del Norte, concluyó con la firma del Tratado de París, por el cual los británicos obtuvieron todo el territorio francés al norte de los grandes lagos (actual Canadá) y Louisiana, mientras España obtuvo el territorio ubicado al oeste del Mississippi. Además, la corona española cedió a los británicos Florida, a cambio de Cuba y Filipinas. De esa forma, Francia quedó sin territorios en América del Norte, salvo Saint-Pierre-et-Miquelon, frente a la costa de Terranova, además de sus posesiones en las Antillas.
Así, en 1763, América del Norte se encontraba dividida entre ingleses y españoles, cuyas posesiones estaban separadas por el Mississippi, mientras la zona noroccidental era dominio de los pueblos nativos.

Thomas Paine y John Locke
La revolución norteamericana, al igual que otras, tuvo su sustento en ensayos filosóficos o políticos que la justificaron.
Thomas Paine, político y escritor británico radicado en América del Norte, publicó, en 1776, un folleto de 50 páginas titulado Common sense (Sentido común). En su obra, Paine atacaba la idea de la monarquía hereditaria y aseveraba que un hombre honrado era más valioso para la sociedad que "todos los rufianes coronados que ha habido en la historia". Propuso dos opciones: seguir sometidos a un rey tiránico y a un gobierno desgastado, o buscar la libertad y la felicidad como una república independiente y autosuficiente. La obra circuló en todas las colonias británicas, y ayudó a cristalizar el deseo de independencia.
Por su parte, la declaración de independencia se basaba en la filosofía política de la Ilustración francesa e inglesa, pero destaca en ella una influencia en especial: los dos tratados de gobierno del empirista británico John Locke, quien tomó algunas concepciones de los derechos tradicionales de los ingleses y las universalizó, al mostrarlos como los derechos naturales de toda la humanidad. Locke puede ser considerado el fundador de la concepción liberal de la sociedad. En el pasaje inicial de la declaración norteamericana se detecta, con claridad, el eco de la teoría del contrato social de Locke como forma de gobierno. En la citada declaración, Jefferson adoptó los principios de Locke a la situación que imperaba en las colonias: luchar a favor de la independencia era luchar por un gobierno basado en el consentimiento popular, que tomaría el lugar de un gobierno encabezado por un rey tiránico. Sólo un gobierno popular podía garantizar los derechos naturales a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.


La lucha por la independencia
El Tratado de París contribuyó al desarrollo económico de los colonos. En el norte se dedicaron al comercio, y en el sur a la agricultura. Pero esa libertad económica duró poco, porque las relaciones con Inglaterra comenzaron a deteriorarse, en gran parte por la política autoritaria y comercialmente restrictiva del soberano inglés Jorge III, quien determinó la aplicación de nuevos impuestos, por ejemplo a la melaza. La ley del timbre (Stamp Act), por la cual los documentos notariales, los contratos comerciales y el papel para periódicos quedaban gravados, fue considerada por los colonos como una seria amenaza para sus libertades, por lo que los ciudadanos de las colonias protestaron enérgicamente, celosos de su autonomía.
En mayo de 1773, el puerto de Boston fue escenario de graves incidentes, debidos a la decisión del gobierno británico de aplicar un gravamen a la importación de té. La Compañía de las Indias Orientales obtuvo de los ingleses el monopolio de la venta de té en las colonias americanas, lo que para el espíritu de los colonos era inaceptable, por lo que comenzaron un boicot a ese producto. En diciembre de 1773, Samuel Adams, junto a otros patriotas, protagonizaron el famoso motín del té de Boston (en inglés, Boston Tea Party). Disfrazados de indios, asaltaron buques de la compañía y lanzaron al mar el cargamento: 343 cajas, por un valor de diez mil libras. El rey Jorge proclamó el estado de excepción, clausuró el puerto de Boston, redujo el poder político de Massachusetts y remitió a la metrópoli, para ser juzgados, a los funcionarios responsables del motín. Además, el Parlamento británico dictó las Intolerable Acts, también llamadas Coercive o Punitive Acts.
También influyó que los colonos habían pasado a mantener lazos cada vez más tenues con Inglaterra; además, una parte importante de los inmigrantes procedían de otras regiones de Europa.
Pese al control ejercido por la corona británica, las colonias habían desarrollado gobiernos capaces de organizarse y dirigir movimientos independentistas.
En octubre de 1774, delegados de las trece colonias se reunieron en el I Congreso Continental de Filadelfia, donde redactaron la Declaración de Derechos y Agravios y decidieron suspender el comercio con Inglaterra, hasta tanto se eliminaran los impuestos establecidos. Además, se estableció un gobierno de hecho, The Association (La Asociación), juntas locales y personas que debían fiscalizar el comportamiento de los pueblos.
Sin embargo, no existía una total unidad entre los colonos, pues no pocos eran funcionarios reales, terratenientes y comerciantes, personas de ideología conservadora, ansiosos por mejorar sus negocios pero temerosos de perder sus privilegios, que deseaban cambios pero sin dejar de ser leales a Gran Bretaña. Por otra parte, estaban los patriots, de orientación independentista, personas de clase media y de sectores humildes, a quienes se aliaron algunos aristócratas, como los de Virginia.
En abril de 1775 se produjeron los primeros enfrentamientos entre americanos e ingleses. El general británico Thomas Gage envió 700 soldados a la aldea de Concord, donde los hombres de Samuel Adams ocultaban armas y pertrechos militares. La batalla de Lexington-Concord es considerada el inicio de la guerra de independencia de los Estados Unidos.
Como consecuencia de estos hechos, el II Congreso Continental, reunido en Filadelfia en mayo de 1775, acordó la separación de las trece colonias de la corona británica.
En junio de 1776, George Washington, un rico plantador de Virginia, veterano de la guerra de los Siete Años, fue designado comandante en jefe del ejército independentista. Este ejército asedió Boston, que once meses después fue evacuada.
El 4 de julio de 1776, en el congreso reunido en Filadelfia, representantes de las trece colonias firmaron la declaración de independencia, en la que asumían el nombre de Estados Unidos de América. El documento, inspirado en las ideas de John Locke y de Montesquieu, fue redactado por Thomas Jefferson, John Adams y Benjamin Franklin.
En la declaración, aparte de las acusaciones contra el rey inglés y su gobierno, se consignan principios que servirán de modelo a los revolucionarios franceses.
En agosto de 1776, George Washington tuvo que abandonar New York, que permanecería en poder de los británicos hasta finalizada la contienda. Tiempo después logró dos victorias decisivas: Trenton Bridge y Princetown.
Tras el triunfo en Saratoga, en octubre de 1777, Benjamin Franklin se convirtió en el primer embajador de Estados Unidos, e inició en París una campaña a favor de la causa independentista, despertando muchas simpatías en Europa. Debido a esto, el conflicto tomó dimensión internacional cuando Francia, España y los Países Bajos decidieron intervenir en apoyo de los colonos, con el objeto de desgastar a Gran Bretaña.
Los colonos habían desarrollado sus campañas en tierra, ya que su flota era muy reducida frente a la de los británicos. Además, sus fuerzas estaban integradas por milicias carentes de preparación, formadas por campesinos reclutados.
El apoyo de Francia y España resultó vital para enfrentar el poderío naval inglés. La ayuda francesa en el continente, al mando del marqués de La Fayette fue decisiva; al igual que el ejército al mando de Bernardo de Gálvez, enviado por España, que reconquistó Florida.
La guerra se extendió por seis años, hasta que las tropas británicas, al mando de Cornwallis, fueron derrotadas en la batalla de Yorktown, en octubre de 1781. La paz definitiva llegó en septiembre de 1783, con la firma en Versalles del Tratado de París, por el cual Gran Bretaña reconoció formalmente a los Estados Unidos y a sus fronteras (al oeste el río Mississippi, al norte Canadá y al sur Florida). Asimismo, Francia recuperó Tobago, Santa Lucía y Senegal, en África; y España recuperó Florida, algunos territorios de Honduras y Menorca, en el Mediterráneo.

La constitución
Lograda la independencia, Washington actuó de componedor entre las dos corrientes que debatían el futuro del país: los federalistas de Hamilton y los republicanos de Jefferson. Los primeros estaban a favor de un presidente fuerte y un gobierno central, los segundos defendían los derechos de los estados para garantizar mayor control y responsabilidades locales.
En septiembre de 1787, la convención nacional en Filadelfia aprobó la constitución que organizó el país como una república federal y presidencialista, en la que cada estado conservó sus instituciones, además de poner en práctica la división en el ejercicio del poder. El poder ejecutivo estaba en manos de un presidente, elegido cada cuatro años; el poder legislativo estaba constituido por un Congreso, compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de Representantes, y el poder judicial quedó a cargo de la Corte Suprema, formada por jueces vitalicios, cuya función era velar por el respeto a la constitución y a los derechos de los ciudadanos.
George Washington fue elegido presidente, de manera unánime, por el Colegio Electoral en 1789. Durante sus dos mandatos puso en práctica el modelo político democrático-liberal diseñado en la constitución, impulsó un programa de desarrollo económico capitalista y rehuyó entrar en las guerras europeas, detonadas por la revolución en Francia. Al mismo tiempo, Hamilton inició la colonización de los territorios indios hacia el oeste.


Hacia la guerra de secesión
Luego de declarada la independencia, los Estados Unidos se organizaron como una república federal.
La puesta en práctica de la constitución, sancionada por el congreso general constituyente en 1787, provocó la reacción de algunos estados que no adherían a la forma federativa de gobierno, es decir, la existencia de un gobierno central y gobiernos locales autónomos. No estaban de acuerdo en que el gobierno central regulara las relaciones entre los estados, fomentara el comercio externo e interno, administrara justicia, organizara el ejército, se hiciese cargo de las finanzas, de la emisión de moneda y de las relaciones internacionales. Los estados que rechazaban la república federal se pronunciaban a favor de un gobierno confederado, es decir, estados autónomos, sin la existencia de un gobierno central, unidos por la tradición histórica, la costumbre, el idioma, la religión y la amenaza de un ataque territorial por parte de otro país. Así, los norteños se proclamaron republicanos o federales, y los sureños demócratas o confederados. Los dos pensadores políticos más representativos de ambas tendencias fueron Alexander Hamilton y Thomas Jefferson, respectivamente.
Las divergencias entre federales y confederados ponían de manifiesto la existencia de dos proyectos diferentes de organización política y económica del país, que respondían al tipo de desarrollo regional que se había efectuado en cada región durante la etapa colonial y, posteriormente, en el momento de la independencia.
La región norte se había expandido sobre la base de la producción agrícola-ganadera, la construcción de barcos, la producción de manufacturas y el comercio local. La sociedad norteña era mayoritariamente blanca, y contaba con trabajadores libres y asalariados. La sociedad sureña había construido su riqueza a partir de la explotación de plantaciones de monocultivo, cuyos productos se vendían en el mercado internacional. Estaba polarizada en dos sectores: una minoría blanca, los dueños de las plantaciones y los comerciantes dedicados a la exportación de los productos, y una mayoría negra, sin derechos, y que era la mano de obra esclava de las plantaciones.
Además de la organización política establecida por la constitución de 1787, la esclavitud fue motivo de conflicto entre el norte y el sur. Los norteños consideraban que la esclavitud debía ser abolida, porque todo esclavo liberado era un futuro trabajador y futuro consumidor, condiciones esenciales para la expansión industrial. Para los sureños, la abolición de la esclavitud significaba el fin de la modalidad de producción y, por tanto, la pérdida de ganancias, pero también significaba contar con una enorme cantidad de población que, sin trabajo ni posibilidades de mantenerse, provocaría muchos conflictos.
En principio, norteños y sureños resolvieron esta diferencia ideológica y económica estableciendo una línea divisoria: el paralelo de 36º 30' de latitud norte. En 1820, firmaron el Compromiso de Missouri, por el cual todos los territorios conquistados hacia el oeste de la costa atlántica que estuvieran al norte de ese paralelo serian antiesclavistas, mientras los que estuvieran al sur de esa línea serian esclavistas. Este compromiso fue una solución provisoria. Los norteños sabían que para abolir la esclavitud legalmente debían recurrir a una reforma constitucional, cuya aprobación dependía del voto de las tres cuartas partes del Congreso. Pero no contaban con esa mayoría, porque la mitad del Congreso estaba integrada por los representantes de los estados del sur. Cuando los norteños presentaron el proyecto de abolición de la esclavitud, los sureños retiraron sus representantes y se separaron de la "Unión".
El gobierno central, cuyo presidente era Abraham Lincoln, decidió enviar tropas al sur, para reincorporar esa parte del territorio a la Unión. Comenzó entonces una guerra civil, que duró de 1861 a 1865, llamada "guerra de secesión" (separación). Fue un enfrentamiento desigual, porque el norte contaba con recursos y hombres para la lucha, mientras que el sur se debilitó rápidamente, porque no tenía una economía autosuficiente y los norteños le habían bloqueado los puertos por donde exportar sus productos, de ese modo se redujo su principal fuente de recursos. La rendición del sur tuvo como consecuencias la abolición de la esclavitud y el triunfo del proyecto económico y político del norte.
Finalizada la guerra civil, los Estados Unidos vivieron el proceso de industrialización. Además de desarrollarse la producción de tejidos de algodón, la construcción de barcos y la instalación de vías férreas, se estimuló la industria metalúrgica y la fabricación de maquinarias.
El proceso de industrialización fue favorecido por la llegada de inmigrantes europeos, especialmente irlandeses. Este proceso, a su vez, impulsó el desarrollo de grandes centros urbanos como Nueva York, Boston, Chicago, Baltimore, Filadelfia, sede de los negocios de banqueros, prestamistas, agentes de bolsa, comerciantes e industriales.
En el sur, luego de la abolición de la esclavitud, los libertos se convirtieron en arrendatarios; es decir, alquilaban una parcela de tierra para cultivar, y entregaban una parte de lo cosechado como pago del alquiler a los terratenientes, quienes de plantadores se transformaron en hacendados. También garantizaban con sus cosechas todo lo que compraban en el almacén de ramos generales del terrateniente. Industriales y banqueros del norte invirtieron dinero y maquinarias para desarrollar la industria textil y del tabaco.
En 1867, los Estados Unidos completaron la adquisición de territorios con la compra de Alaska. En la primera mitad del siglo XIX, habían adquirido Louisiana, Florida, Oregon, Texas, Nuevo México y California. Asimismo, continuaron y extendieron la conquista del oeste, a través de la tarea colonizadora de los frontiers: colonos dedicados a la producción agrícola-ganadera, que extendían la línea de frontera e incorporaban tierras para ser productoras de materias primas y territorios para ser gobernados.
Para evitar la formación de latifundios, el gobierno autorizaba la colonización de pequeñas y medianas propiedades, las cuales podían ser habitadas y cultivadas por cinco años y, luego de ese período, entregadas como propiedad. El oeste también ejerció un atractivo particular, a raíz del descubrimiento del oro en California en 1848.
El este y el oeste quedaron comunicados a través de los ferrocarriles, que permitieron el intercambio de alimentos, metales y materias primas (del oeste) y de manufacturas, capitales y mano de obra (del este).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En caso de comentar una publicación se ruega tener especial cuidado con la ortografía y el vocabulario empleado.