Que un elefante
ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se
decidió una vez a pensar "en elefante", esto es, a tener una idea tan
enorme como su cuerpo… ah… eso algunos no lo saben, y por eso lo cuento:
Verano. Los
domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa.
Los animales velaban desconcertados. No era para menos: cinco minutos antes, el
loro había volado de jaula en jaula comunicándoles la inquietante noticia.
El elefante había
declarado huelga general y proponía que ninguno actuara en la función del día
siguiente.
-¿Te has vuelto
loco, Víctor? -le preguntó el león, asomando el hocico por entre los barrotes
de su jaula.
-¿Cómo te atreves a
ordenar algo semejante sin haberme consultado? ¡El rey de los animales soy yo!
La risita del
elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la noche:
-Ja. El rey de los
animales es el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan lejos de nuestras
anchas selvas…
-¿De qué te quejas,
Víctor? -interrumpió un osito, gritando desde su encierro-. ¿No son acaso los
hombres los que nos dan techo y comida?
-Tú has nacido bajo
la lona del circo… -le contestó Víctor dulcemente-. La esposa del domador te
crio con mamadera… Solamente conoces el país de los hombres y no puedes
entender, aún, la alegría de la libertad…
-¿Se puede saber
para qué hacemos huelga? -gruñó la foca, coleteando nerviosa de aquí para allá.
-¡Al fin una buena
pregunta! -exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó a sus
compañeros que ellos eran presos… que trabajaban para que el dueño del circo se
llenara los bolsillos de dinero… que eran obligados a ejecutar ridículas
pruebas para divertir a la gente… que se los forzaba a imitar a los hombres…
que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán (y que
patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los animales querían
volver a ser libres… y que patatán fue la orden de huelga general…).
-Bah… pamplinas…
-se burló el león-. ¿Cómo piensas comunicarte con los hombres? ¿Acaso alguno de
nosotros habla su idioma?
-Sí -aseguró
Víctor-. El loro será nuestro intérprete -y enroscando la trompa en los
barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. Enseguida, abrió
una tras otra las jaulas de sus compañeros.
Al rato, todos
retozaban en torno a los carromatos. ¡Hasta el león!
Los primeros rayos
de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles de los animales cuando
el dueño del circo se desperezó ante la ventana de su casa rodante. El calor
parecía cortar el aire en infinidad de líneas anaranjadas… (los animales nunca
supieron si fue por eso que el dueño del circo pidió socorro y después se
desmayó, apenas pisó el césped…).
De inmediato, los
domadores aparecieron en su auxilio:
-¡Los animales
están sueltos! -gritaron a coro, antes de correr en busca de sus látigos.
-¡Pues ahora los
usarán para espantarnos las moscas! -les comunicó el loro no bien los domadores
los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.
-¡Ya no vamos a
trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro delegado, el
elefante!
-¿Qué disparate es
este? ¡A las jaulas! -y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.
-¡Ustedes a las
jaulas! -gruñeron los orangutanes.
Y allí mismo se
lanzaron sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño del circo
fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo
detrás de los barrotes.
La gente que esa
tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró cerradas por grandes
carteles que anunciaban:
Circo tomado por los trabajadores
Huelga general de animales
Entretanto, Víctor
y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:
-¡Caminen en cuatro
patas y luego salten a través de estos aros de fuego!
-¡Mantengan el
equilibrio apoyados sobre sus cabezas!
-¡No usen las manos
para comer!
-¡Rebuznen!
¡Maúllen! ¡Píen! ¡Ladren! ¡Rujan!
-¡Basta, por favor,
basta! -gimió el dueño del circo al concluir su vuelta número doscientos
alrededor de la carpa, caminando sobre las manos-. ¡Nos damos por vencidos!
¿Qué quieren?
El loro carraspeó,
tosió, tomó unos sorbitos de agua y pronunció entonces el discurso que le había
enseñado el elefante:
-…Conque esto no, y
eso tampoco, y aquello nunca más, y no es justo, y que patatín y que patatán…
porque… o nos envían de regreso a nuestras anchas selvas… o inauguramos el
primer circo de hombres animalizados, para diversión de todos los gatos y
perros del vecindario. He dicho.
Las cámaras de
televisión transmitieron un espectáculo insólito aquel fin de semana: en el
aeropuerto, cada uno portando su correspondiente pasaje en los dientes (o
sujeto en el pico, en el caso del loro), todos los animales se ubicaron en
orden frente a la puerta de embarque con destino al África.
Claro que el dueño
del circo tuvo que contratar dos aviones: en uno viajaron los tigres, el león,
los orangutanes, la foca, el osito y el loro. El otro fue totalmente utilizado
por Víctor… porque todos sabemos que un elefante ocupa mucho, mucho espacio…
Decreto
3155/1977
Emisor: Poder
Ejecutivo Nacional (P.E.N.)
Sumario: Libros
"Un elefante ocupa mucho espacio" de Elsa I. Bornemann y "El
nacimiento, los niños y el amor" de Agnés Rosenstiehl; prohibición de su
distribución, venta y circulación; clausura transitoria de Ediciones Librerías
Fausto.
Fecha de Emisión:
13 de octubre de 1977
Publicado en:
Boletín Oficial 19 de octubre de 1977 - ADLA 1977 - D 3865
Visto las
facultades conferidas al Poder Ejecutivo por el art. 23 de la Constitución Nacional,
durante la vigencia del estado de sitio, y
Considerando: Que
uno de los objetivos básicos fijado por la Junta Militar en el acta del 24 de
marzo de 1976, es el de reestablecer la vigencia de los valores de la moral
cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino.
Que dichos
objetivos se complementan con la plena vigencia de la institución familiar y de
un orden social que sirva efectivamente a los objetivos de la nación.
Que del análisis de
las publicaciones tituladas "Un elefante ocupa mucho espacio" de Elsa
Isabel Bornemann, y "El nacimiento, los niños y el amor" de Agnés
Rosenstiehl, ambos de "Ediciones Librerías Fausto", surge una
posición que agravia a la moral, a la familia, al ser humano y a la sociedad
que éste compone.
Que en ambos casos,
se trata de cuentos destinados al público infantil, con una finalidad de
adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del
accionar subversivo.
Que "Ediciones
Librerías Fausto" comparte dichos agravios y es contumaz en esa difusión.
Que actitudes como
ésta constituyen una agresión directa a la sociedad argentina concretada sobre
los fundamentos culturales que la nutren y los principales destinatarios de la
acción de gobierno trascendente, lo que corrobora la existencia de formas
cooperantes de disgregación social, tanto o más disolvente que los violentos.
Que una de las
causas que sustentaron la declaración del estado de sitio fue la necesidad de
garantizar a la familia argentina su derecho natural y sagrado a vivir con
nuestras tradiciones y arraigadas costumbres.
Que conforme lo ha
admitido la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el
secuestro de una publicación y la clausura de una editorial se encuentran
dentro de las facultades privativas del Poder Ejecutivo Nacional, acordadas por
el mencionado art. 23 de la Constitución Nacional.
Por ello,
el Presidente de la Nación
Argentina, decreta:
Art. 1º. Prohíbase
la distribución, venta y circulación, en todo el territorio nacional, de los
libros "Un elefante ocupa mucho espacio" de Elsa Isabel Bornemann y
"El nacimiento, los niños y el amor" de Agnés Rosenstiehl, ambos de
"Ediciones Librerías Fausto" y secuéstrense los ejemplares
correspondientes.
Art. 2º. Dispóngase
la clausura por el término de diez días de "Ediciones Librerías
Fausto" con domicilio en Santa Fe 1715, Capital Federal.
Art. 3º. Lo
dispuesto en el artículo anterior no impedirá la realización de las tareas
administrativas, inherentes a "Ediciones Librerías Fausto".
Art. 4º. La Policía
Federal dará inmediato cumplimiento a lo dispuesto en el presente decreto.
Art. 5º.
Comuníquese, etc. – Videla – Harguindeguy.
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