miércoles, 8 de abril de 2020

Sobre el concepto de historia – Walter Benjamin


Tesis sobre la filosofía de la historia
(Über den Begriff der Geschichte – 1940)

Tesis I
Conocemos la leyenda del autómata capaz de responder, en una partida de ajedrez, a cada movimiento de su adversario y de asegurarse el triunfo. Un muñeco vestido de turco, con un narguile en los labios, está sentado frente al tablero de ajedrez, apoyado a su vez sobre una gran mesa. Un sistema de espejos genera la ilusión de que la mirada puede atravesar esa mesa de lado a lado. En realidad, en su interior está agazapado un enano giboso, maestro en el arte del ajedrez, que por medio de cordeles dirige la mano del muñeco. Podemos imaginar en filosofía una réplica de ese aparato. El muñeco, al que se llama "materialismo histórico", ganará siempre. Puede desafiar intrépidamente a quien sea si toma a su servicio a la teología, hoy, como es sabido, pequeña y fea y que, por lo demás, ya no puede mostrarse.

Tesis II
"Uno de los rasgos más sorprendentes del alma humana, junto a tanto egoísmo en el detalle, es que el presente, en general, carece de codicia en cuanto a su futuro". Esta reflexión de Lotze induce a pensar que nuestra imagen de la felicidad está íntegramente marcada por el tiempo al que nos ha relegado hoy el curso de nuestra propia existencia. La felicidad que podríamos ambicionar ya no concierne más que al aire que hemos respirado, los hombres con quienes habríamos podido hablar, las mujeres que habrían podido entregársenos. En otras palabras, la imagen de la felicidad es inseparable de la imagen de la liberación. Ocurre lo mismo con la imagen del pasado que la Historia hace suya. El pasado trae consigo un índice secreto que lo remite a la redención. ¿No nos sobrevuela algo del aire respirado antaño por los difuntos? ¿Un eco de las voces de quienes nos precedieron en la Tierra no reaparece en ocasiones en la voz de nuestros amigos? ¿Y la belleza de las mujeres de otra época no deja acaso de unirse a la de nuestras amigas? Existe un acuerdo tácito entre las generaciones pasadas y la nuestra. Nos han aguardado en la tierra. Se nos concedió, como a cada generación precedente, una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado hace valer una pretensión. Es justo no ignorar esa pretensión. Cualquiera que profese el materialismo histórico sabe algo de ella.

Tesis III
El cronista que narra los acontecimientos, sin distinción entre los grandes y los pequeños, tiene en cuenta, al hacerlo, la siguiente verdad: de todo lo que sucedió alguna vez, nada debe considerarse perdido para la Historia. Es cierto: sólo a la humanidad redimida pertenece plenamente su pasado. Esto significa que sólo ella, en cada uno de sus momentos, puede citar su pasado. Cada uno de los instantes que ha vivido se convierte en una cita en la orden del día, y ese día es justamente el último.

Tesis IV
Ocupaos ante todo de alimentaros y vestiros, y a continuación el reino de Dios vendrá a vosotros por sí solo.
Hegel, 1807
La lucha de clases, que un historiador educado en la escuela de Marx jamás pierde de vista, es una lucha por las cosas brutas y materiales, sin las cuales no hay nada refinado ni espiritual. Pero en la lucha de clases lo refinado y lo espiritual se presentan de muy distinto modo que como botín reservado al vencedor: en ella, viven y actúan retrospectivamente en la lejanía del tiempo como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como inquebrantable firmeza. Y no han dejado de poner en cuestión cualquier victoria que en ella hayan logrado y festejado alguna vez los poderosos. Así como algunas flores orientan su corola hacia el sol, el pasado, por una secreta especie de heliotropismo, tiende a volverse hacia el sol que empieza a elevarse en el cielo de la Historia. Quien profese el materialismo histórico no puede sino ingeniárselas para discernir ése, el más imperceptible de todos los cambios.

Tesis V
El verdadero rostro de la historia se aleja al galope. Sólo retenemos el pasado como una imagen que, en el instante mismo en que se deja reconocer, arroja una luz que jamás volverá a verse. "La verdad no se nos escapará": estas palabras de Gottfried Keller caracterizan con exactitud, en la imagen de la historia que se hacen los historicistas, el punto en que el materialismo histórico, a través de esa imagen, se abre paso. Irrecuperable, en efecto, es cualquier imagen del pasado que amenace desaparecer con cada instante presente que, en ella, no se haya dado por aludido. (La buena noticia que trae jadeante el historiógrafo del pasado sale de una boca que, acaso en el momento mismo de abrirse, ya habla en el vacío).

Tesis VI
Articular históricamente el pasado no significa conocerlo "tal como fue en concreto", sino más bien adueñarse de un recuerdo semejante al que brilla en un instante de peligro. Corresponde al materialismo histórico retener con firmeza una imagen del pasado tal como ésta se impone, de improviso, al sujeto histórico en el momento del peligro. El peligro amenaza tanto la existencia de la tradición como a quienes la reciben. Para una y para otros consiste en entregarlos como instrumentos a la clase dominante. En cada época es preciso intentar arrancar nuevamente la tradición al conformismo que quiere apoderarse de ella. El Mesías no viene sólo como redentor, viene también como vencedor del Anticristo. El don de atizar para el pasado la chispa de la esperanza sólo toca en suerte al historiógrafo perfectamente convencido de que, si el enemigo triunfa, ni siquiera los muertos estarán seguros. Y ese enemigo no ha cesado de triunfar.

Tesis VII
Recuerda las tinieblas y el gran frío
En este valle resonante de lamentaciones.
Bertolt Brecht
La ópera de dos centavos
Fustel de Coulanges recomienda al historiador que quiere revivir una época olvidar todo lo sucedido a continuación. No podría haber mejor descripción de un método que el materialismo histórico puso en retirada. Es el método de la empatía. Nació de la pereza del corazón, de la acedia que desespera de dominar la verdadera imagen histórica, ésa que brilla de manera fugaz. Los teólogos de la Edad Media consideraban la acedia como la fuente de la tristeza. Flaubert, que la conocía bien, escribió: "Poca gente adivinará cuán triste fue preciso estar para revivir Cartago". La índole de esa tristeza resulta más evidente cuando nos preguntamos con quién entra efectivamente en empatía el historiador historicista. La respuesta es inevitable: con el vencedor. Ahora bien, quien domina es siempre heredero de todos los vencedores. Por consiguiente, el establecimiento de una empatía con el vencedor beneficia siempre a quien domina. Para quien profesa el materialismo histórico, no hay más que decir. Todos los que hasta aquí obtuvieron la victoria participan de ese cortejo triunfal en el que los amos de hoy marchan sobre los cuerpos de los vencidos de hoy. A ese cortejo triunfal, como fue siempre la costumbre, pertenece también el botín. Lo que se define como bienes culturales. Quien profese el materialismo histórico no puede sino contemplarlos con una mirada llena de distancia. Pues, al pensar en su origen como un todo, ¿cómo no estremecerse de espanto? No han nacido del mero esfuerzo de los grandes genios que los crearon sino, al mismo tiempo, de la anónima faena impuesta a los contemporáneos de esos genios. No hay ningún documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie. Y la misma barbarie que los afecta, afecta igualmente el proceso de su transmisión de mano en mano. Por eso el teórico del materialismo histórico se aparta de ellos tanto como le sea posible. Su tarea, cree, es cepillar la historia a contrapelo.

Tesis VIII
La tradición de los oprimidos nos enseña que el "estado de excepción" en el cual vivimos es la regla. Debemos llegar a una concepción de la Historia que corresponda a ese estado. Tendremos entonces frente a nosotros nuestra misión, que consiste en procurar el advenimiento del verdadero estado de excepción; y nuestra posición frente al fascismo se fortalecerá en la misma medida. El hecho de que sus adversarios lo enfrenten en nombre del progreso como norma histórica no es la menor de sus ventajas. Asombrarse de que las cosas que vivimos sean "aún" posibles en el siglo XX no tiene nada de filosófico. No es un asombro situado en el principio de un conocimiento, como no sea el del carácter insostenible de la representación de la historia que lo genera.

Tesis IX
Para el vuelo están listas mis alas,
me gustaría volver atrás,
pues aun cuando me quedara tiempo actual
poca dicha tendría.
Gerhard Scholem
Salut de l'ange
Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él vemos a un ángel que parece estar alejándose de algo mientras lo mira con fijeza. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas desplegadas. Ése es el aspecto que debe mostrar necesariamente el ángel de la historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde se nos presenta una cadena de acontecimientos, él no ve sino una sola y única catástrofe, que no deja de amontonar ruinas sobre ruinas y las arroja a sus pies. Querría demorarse, despertar a los muertos y reparar lo destruido. Pero desde el Paraíso sopla una tempestad que se ha aferrado a sus alas, tan fuerte que ya no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que frente a él las ruinas se acumulan hasta el cielo. Esa tempestad es lo que llamamos progreso.

Tesis X
Los objetos que la regla claustral asignaba a la meditación de los monjes tenían por misión enseñarles el desprecio del mundo y sus pompas. Nuestras reflexiones actuales proceden de una determinación análoga. En estos momentos, cuando yacen en tierra los políticos en quienes los adversarios del fascismo habían depositado su esperanza, y esos mismos políticos agravan la derrota traicionando su propia causa, querríamos arrancar al hijo del siglo de las redes en las que ellos lo encerraron. El punto de partida de nuestra reflexión es que la adhesión de esos políticos al mito del progreso, su confianza en las "masas" que les servían de "base" y, por último, su sometimiento a un aparato incontrolable, no fueron sino tres aspectos de una misma realidad. Debemos intentar dar una idea de cuán costoso es para nuestra manera habitual de pensar el hecho de elaborar una concepción de la historia que no se preste a ninguna complicidad con la concepción a la que se aferran dichos políticos.

Tesis XI
Vicio secreto de la socialdemocracia desde su origen, el conformismo no afecta sólo su táctica política sino también sus concepciones económicas. Nada corrompió más al movimiento obrero alemán que la convicción de nadar en el sentido de la corriente, el sentido en el cual creía ir. Desde allí, no había más que dar un paso para imaginar que el trabajo industrial, incluido en la marcha del progreso técnico, era de por sí una actividad política. Con los obreros alemanes, en una forma secularizada, la vieja ética protestante de las obras celebraba su resurrección. El programa de Gotha contiene ya las huellas de esta confusión. Define el trabajo como "la fuente de toda riqueza y toda cultura", ante lo cual Marx, presintiendo lo peor, objetaba que el hombre que sólo posee su fuerza de trabajo no puede sino ser "esclavo de otros hombres… que se convirtieron en propietarios". Sin embargo, la confusión se propaga más y más y pronto Josef Dietzgen anuncia: "El trabajo es el Salvador del mundo moderno. En… la mejora del trabajo… está la riqueza, que puede traer lo que hasta ahora no logró ningún redentor". Esta concepción del trabajo, característica de un marxismo vulgar, apenas se detiene a preguntarse cómo sirven los productos de ese trabajo a los trabajadores cuando éstos no pueden disponer de ellos. Sólo quiere considerar los progresos del dominio sobre la naturaleza, no las regresiones de la sociedad. Prefigura ya los rasgos de la tecnocracia que más adelante encontraremos en el fascismo. Sobre todo, una noción de la naturaleza que rompe de manera siniestra con la de las utopías socialistas anteriores a 1848. Tal corno se lo concibe en nuestros días, el trabajo apunta a la explotación de la naturaleza, explotación que con ingenua suficiencia se opone a la del proletariado. Comparadas con esta concepción positivista, las fantásticas imaginaciones de Fourier, que dieron pábulo a tantas burlas, revelan un sorprendente buen sentido. Para él, el efecto del trabajo social bien ordenado debería ser que cuatro lunas iluminaran la noche de la tierra, los hielos se retiraran de los polos, el agua de mar dejara de ser salada y los animales salvajes se pusieran al servicio del ser humano. Todo esto ilustra un trabajo que, lejos de explotar la naturaleza, está en condiciones de extraer de ella las creaciones virtuales que dormitan en su seno. A la idea corrompida del trabajo corresponde la idea complementaria de una naturaleza que, según la fórmula de Dietzgen, "es gratis".

Tesis XII
Necesitamos la historia, pero no como la necesita el ocioso hastiado en el jardín del saber.
Friedrich Nietzsche
Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida
El sujeto del saber histórico es la clase combatiente, la misma clase oprimida. En Marx se presenta como la última clase sojuzgada, la clase vengadora que, en nombre de las generaciones vencidas, lleva a su término la obra de liberación. Esta conciencia, que por breve tiempo recobró vigor en el espartaquismo, fue siempre incongruente a los ojos de la socialdemocracia. En tres décadas, ésta logró prácticamente borrar el nombre de un Blanqui, cuya voz de bronce estremeció el siglo XIX. Le resultó agradable atribuir a la clase obrera el papel de redentora de las generaciones venideras. De ese modo, debilitó sus mejores fuerzas. En esa escuela, la clase obrera desaprendió tanto el odio como la voluntad de sacrificio. Pues uno y otra se alimentan de la imagen de los ancestros sometidos, no del ideal de los nietos liberados.

Tesis XIII
Todos los días nuestra causa se vuelve más clara y todos los días el pueblo se vuelve más sabio.
Josef Dietzgen
La philosophie social-démocrate
En su teoría, y más aún en su praxis, la socialdemocracia se decidió por una concepción del progreso que no tenía relación con lo real sino que formulaba una pretensión dogmática. Tal como lo lucubraba la sesera de los socialdemócratas, el progreso era, primero, un progreso de la humanidad misma (no simplemente de sus aptitudes y sus conocimientos). Era, segundo, un progreso ilimitado (de acuerdo con el carácter infinitamente perfectible de la humanidad). Tercero, se lo consideraba esencialmente irresistible (por ser automático y seguir una línea recta o una espiral). Cada una de estas características se presta a discusión y podría criticarse. Empero, de pretenderse rigurosa, la crítica debe remontarse más allá de esos rasgos y orientarse hacia lo que tienen en común. La idea de un progreso de la especie humana a lo largo de la historia es inseparable de la idea de su marcha a través de un tiempo homogéneo y vacío. La crítica centrada en la idea de una marcha semejante es el fundamento necesario de la que acomete contra la idea de progreso en general.

Tesis XIV
El origen es la meta.
Karl Kraus
Paroles en vers, 1
La historia es objeto de una construcción cuyo marco no es el tiempo homogéneo y vacío, sino un ámbito lleno de "tiempo actual". Así, para Robespierre, la antigua Roma era un pasado cargado de "tiempo actual", surgido del continuo de la historia. La revolución francesa se entendía como un recomienzo de Roma. Citaba la antigua Roma exactamente como la moda cita un traje de antaño. En su recorrido por la jungla de otro tiempo, la moda husmeó la huella de lo actual. Es el salto del tigre hacia el pasado. Ese salto sólo puede realizarse en una arena donde manda la clase dirigente. Efectuado en pleno aire, el mismo salto es el salto dialéctico, la revolución tal como la concibió Marx.

Tesis XV
La conciencia de hacer estallar el continuo de la historia es propia de las clases revolucionarias en el instante de su acción. La gran revolución introdujo un nuevo calendario. El día del comienzo de un nuevo calendario funciona como un recolector histórico de tiempo. Y, en el fondo, ese mismo día vuelve siempre en la forma de los días de fiesta, que son días de rememoración. Así, los calendarios no cuentan el tiempo como los relojes. Son monumentos de una conciencia de la historia de la que, desde hace cien años, parece haber desaparecido en Europa hasta la más mínima huella. La revolución de julio representó aún un episodio en el que esa conciencia pudo hacer valer su derecho. En el anochecer del primer día de combate se comprobó que en varios lugares de París, independientemente y en el mismo momento, se habían efectuado disparos contra los relojes de los muros. Un testigo presencial, que acaso deba su acierto a la rima, escribió entonces:
¿Quién lo creería? Se dice que, irritados contra la hora,
Nuevos Josués, al pie de cada torre,
Disparaban contra las esferas para detener el día.

Tesis XVI
Quien profesa el materialismo histórico no puede renunciar a la idea de un presente que no es transcurso, sino que se mantiene inmóvil en el umbral del tiempo. Esta idea define justamente el presente en el que él personalmente, escribe la historia. El historicista postula la imagen "eterna" del pasado; el teórico del materialismo histórico hace de ese pasado una experiencia única en su tipo. Deja a otros la tarea de agotarse en el burdel del historicismo con la prostituta "érase una vez". Sigue siendo dueño de sus fuerzas: bastante viril para hacer volar el contenido de la historia.

Tesis XVII
El historicismo culmina con pleno derecho en la Historia universal. Por su método, la historiografía materialista se distingue de esa historia, quizá con más claridad que ninguna otra. El historicismo carece de armazón teórica. Su proceder es aditivo; utiliza la masa de los hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío. La historiografía materialista, al contrario, se apoya en un principio constructivo. Al pensamiento corresponde no sólo el movimiento de las ideas sino también su reposo. Citando el pensamiento se fija de improviso en una constelación saturada de tensiones, le comunica un choque que la cristaliza en mónada. El partidario del materialismo histórico sólo se aproxima a un objeto histórico cuando éste se le presenta como una mónada. En esa estructura reconoce el signo de una suspensión mesiánica del devenir; en otras palabras, de una posibilidad revolucionaria en el combate por el pasado oprimido. Advierte la posibilidad de hacer salir a la fuerza del curso de la historia una época determinada; así, saca de la época una vida determinada, y de la obra de vida, una obra determinada. Como resultado de su método, se conservan y suprimen en la obra, la obra de vida, en la obra de vida, la época, y en la época, el curso entero de la historia. El fruto nutricio de lo que se capta históricamente contiene en sí el tiempo como una semilla preciosa, pero indiscernible al gusto.

Tesis XVII a
Marx secularizó la representación de la era mesiánica en la representación de la sociedad sin clases. Y estaba bien. La desventura comenzó cuando la socialdemocracia hizo de esa representación un "ideal". El ideal se definió en la doctrina neokantiana como una "tarea infinita". Y esta doctrina era la filosofía escolar de los partidos socialdemócratas, desde Schmidt y Stadler hasta Natorp y Vorländer. Una vez definida la sociedad sin clases como tarea infinita, el tiempo homogéneo y vacío se metamorfoseó, por así decirlo, en una antecámara, en la cual se podía esperar con mayor o menor placidez la llegada de una situación revolucionaria. En realidad, no existe un solo instante que no lleve en sí su posibilidad revolucionaria; ésta sólo aspira a ser definida como específica, a saber, como posibilidad de una solución enteramente nueva frente a una tarea enteramente nueva. Para el pensador revolucionario, la posibilidad revolucionaria propia de cada instante histórico se verifica en la situación política. Pero se verifica en no menor medida por la capacidad de apertura hacia un compartimiento bien determinado del pasado, cerrado hasta entonces. La entrada en ese compartimiento coincide estrictamente con la acción política; y debido a esa entrada, la acción política, por destructiva que sea, puede reconocerse como mesiánica (La sociedad sin clases no es la meta última del progreso en la historia sino, antes bien, su interrupción mil veces malograda pero finalmente consumada).

Tesis XVIII
"Con respecto a la historia de la vida orgánica sobre la tierra (escribe un biólogo contemporáneo) los miserables cincuenta mil años del homo sapiens representan algo así como dos segundos al final de un día de veinticuatro horas. En esta escala, toda la historia de la humanidad civilizada ocuparía una quinta parte del último segundo de la última hora". El "tiempo actual" que, como modelo de lo mesiánico, resume en un inmenso compendio la historia de toda la humanidad, coincide rigurosamente con la figura constituida en el universo por esa misma historia.

Tesis A
El historicismo se conforma con establecer un lazo causal entre los diversos momentos de la historia. Pero jamás hay una realidad de hecho que sea, desde el comienzo y en concepto de causa, un suceso ya histórico. Llega a serlo, a título póstumo, gracias a acontecimientos de los que puede estar separada por milenios. El historiador que parte de allí deja de desgranar la sucesión de los acontecimientos como un rosario. Capta la constelación en la cual ha entrado su época con una época anterior perfectamente determinada. Funda así un concepto del presente como tiempo actual en el que han penetrado astillas del tiempo mesiánico.

Tesis B
Por cierto, los adivinos que lo interrogaban para saber qué ocultaba en su seno no hacían la experiencia de un tiempo homogéneo ni vacío. Quien considere así las cosas podrá, tal vez, discernir de qué manera el tiempo pasado fue objeto de experiencia en la rememoración: de la manera, justamente, que hemos dicho. Como se sabe, los judíos tenían prohibido predecir el futuro. La Torá y la plegaria les enseñaban, en cambio, la rememoración. Para ellos, la rememoración desencantaba el porvenir al cual sucumbieron quienes buscaban conocimientos en los adivinos. Pero para los judíos, no obstante, el futuro no se convirtió en un tiempo homogéneo y vacío. Pues en él cada segundo era la puerta estrecha a través de la cual podía pasar el Mesías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En caso de comentar una publicación se ruega tener especial cuidado con la ortografía y el vocabulario empleado.