Tesis sobre la filosofía de la
historia
(Über den Begriff der
Geschichte – 1940)
Tesis
I
Conocemos la
leyenda del autómata capaz de responder, en una partida de ajedrez, a cada
movimiento de su adversario y de asegurarse el triunfo. Un muñeco vestido de
turco, con un narguile en los labios, está sentado frente al tablero de
ajedrez, apoyado a su vez sobre una gran mesa. Un sistema de espejos genera la
ilusión de que la mirada puede atravesar esa mesa de lado a lado. En realidad,
en su interior está agazapado un enano giboso, maestro en el arte del ajedrez,
que por medio de cordeles dirige la mano del muñeco. Podemos imaginar en
filosofía una réplica de ese aparato. El muñeco, al que se llama
"materialismo histórico", ganará siempre. Puede desafiar intrépidamente a quien sea si toma a
su servicio a la teología, hoy, como es sabido, pequeña y fea y que, por lo
demás, ya no puede mostrarse.
Tesis
II
"Uno de los
rasgos más sorprendentes del alma humana, junto a tanto egoísmo en el detalle,
es que el presente, en general, carece de codicia en cuanto a su futuro".
Esta reflexión de Lotze induce a pensar que nuestra imagen de la felicidad está
íntegramente marcada por el tiempo al que nos ha relegado hoy el curso de
nuestra propia existencia. La felicidad que podríamos ambicionar ya no
concierne más que al aire que hemos respirado, los hombres con quienes
habríamos podido hablar, las mujeres que habrían podido entregársenos. En otras
palabras, la imagen de la felicidad es inseparable de la imagen de la
liberación. Ocurre lo mismo con la imagen del pasado que la Historia hace suya.
El pasado trae consigo un índice secreto que lo remite a la redención. ¿No nos
sobrevuela algo del aire respirado antaño por los difuntos? ¿Un eco de las
voces de quienes nos precedieron en la Tierra no reaparece en ocasiones en la
voz de nuestros amigos? ¿Y la belleza de las mujeres de otra época no deja
acaso de unirse a la de nuestras amigas? Existe un acuerdo tácito entre las
generaciones pasadas y la nuestra. Nos han aguardado en la tierra. Se nos
concedió, como a cada generación precedente, una débil fuerza mesiánica sobre
la cual el pasado hace valer una pretensión. Es justo no ignorar esa
pretensión. Cualquiera que profese el materialismo histórico sabe algo de ella.
Tesis
III
El cronista que
narra los acontecimientos, sin distinción entre los grandes y los pequeños,
tiene en cuenta, al hacerlo, la siguiente verdad: de todo lo que sucedió alguna
vez, nada debe considerarse perdido para la Historia. Es cierto: sólo a la
humanidad redimida pertenece plenamente su pasado. Esto significa que sólo
ella, en cada uno de sus momentos, puede citar su pasado. Cada uno de los
instantes que ha vivido se convierte en una cita en la orden del día, y ese día
es justamente el último.
Tesis
IV
Ocupaos ante todo de
alimentaros y vestiros, y a continuación el reino de Dios vendrá a vosotros por
sí solo.
Hegel, 1807
La lucha de clases,
que un historiador educado en la escuela de Marx jamás pierde de vista, es una
lucha por las cosas brutas y materiales, sin las cuales no hay nada refinado ni
espiritual. Pero en la lucha de clases lo refinado y lo espiritual se presentan
de muy distinto modo que como botín reservado al vencedor: en ella, viven y
actúan retrospectivamente en la lejanía del tiempo como confianza, como coraje,
como humor, como astucia, como inquebrantable firmeza. Y no han dejado de poner
en cuestión cualquier victoria que en ella hayan logrado y festejado alguna vez
los poderosos. Así como algunas flores orientan su corola hacia el sol, el
pasado, por una secreta especie de heliotropismo, tiende a volverse hacia el
sol que empieza a elevarse en el cielo de la Historia. Quien profese el
materialismo histórico no puede sino ingeniárselas para discernir ése, el más
imperceptible de todos los cambios.
Tesis
V
El verdadero rostro
de la historia se aleja al galope. Sólo retenemos el pasado como una imagen
que, en el instante mismo en que se deja reconocer, arroja una luz que jamás
volverá a verse. "La verdad no se nos escapará": estas palabras de
Gottfried Keller caracterizan con exactitud, en la imagen de la historia que se
hacen los historicistas, el punto en que el materialismo histórico, a través de
esa imagen, se abre paso. Irrecuperable, en efecto, es cualquier imagen del pasado
que amenace desaparecer con cada instante presente que, en ella, no se haya
dado por aludido. (La buena noticia que trae jadeante el historiógrafo del
pasado sale de una boca que, acaso en el momento mismo de abrirse, ya habla en
el vacío).
Tesis
VI
Articular
históricamente el pasado no significa conocerlo "tal como fue en
concreto", sino más bien adueñarse de un recuerdo semejante al que brilla
en un instante de peligro. Corresponde al materialismo histórico retener con
firmeza una imagen del pasado tal como ésta se impone, de improviso, al sujeto
histórico en el momento del peligro. El peligro amenaza tanto la existencia de
la tradición como a quienes la reciben. Para una y para otros consiste en
entregarlos como instrumentos a la clase dominante. En cada época es preciso
intentar arrancar nuevamente la tradición al conformismo que quiere apoderarse
de ella. El Mesías no viene sólo como redentor, viene también como vencedor del
Anticristo. El don de atizar para el pasado la chispa de la esperanza sólo toca
en suerte al historiógrafo perfectamente convencido de que, si el enemigo
triunfa, ni siquiera los muertos estarán seguros. Y ese enemigo no ha cesado de
triunfar.
Tesis
VII
Recuerda las tinieblas y
el gran frío
En este valle resonante
de lamentaciones.
Bertolt Brecht
La ópera de dos centavos
Fustel de Coulanges
recomienda al historiador que quiere revivir una época olvidar todo lo sucedido
a continuación. No podría haber mejor descripción de un método que el
materialismo histórico puso en retirada. Es el método de la empatía. Nació de
la pereza del corazón, de la acedia que desespera de dominar la verdadera
imagen histórica, ésa que brilla de manera fugaz. Los teólogos de la Edad Media
consideraban la acedia como la fuente de la tristeza. Flaubert, que la conocía
bien, escribió: "Poca gente adivinará cuán triste fue preciso estar para
revivir Cartago". La índole de esa tristeza resulta más evidente cuando
nos preguntamos con quién entra efectivamente en empatía el historiador historicista.
La respuesta es inevitable: con el vencedor. Ahora bien, quien domina es
siempre heredero de todos los vencedores. Por consiguiente, el establecimiento
de una empatía con el vencedor beneficia siempre a quien domina. Para quien
profesa el materialismo histórico, no hay más que decir. Todos los que hasta
aquí obtuvieron la victoria participan de ese cortejo triunfal en el que los
amos de hoy marchan sobre los cuerpos de los vencidos de hoy. A ese cortejo
triunfal, como fue siempre la costumbre, pertenece también el botín. Lo que se
define como bienes culturales. Quien profese el materialismo histórico no puede
sino contemplarlos con una mirada llena de distancia. Pues, al pensar en su
origen como un todo, ¿cómo no estremecerse de espanto? No han nacido del mero
esfuerzo de los grandes genios que los crearon sino, al mismo tiempo, de la
anónima faena impuesta a los contemporáneos de esos genios. No hay ningún
documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie. Y la misma
barbarie que los afecta, afecta igualmente el proceso de su transmisión de mano
en mano. Por eso el teórico del materialismo histórico se aparta de ellos tanto
como le sea posible. Su tarea, cree, es cepillar la historia a contrapelo.
Tesis
VIII
La tradición de los
oprimidos nos enseña que el "estado de excepción" en el cual vivimos
es la regla. Debemos llegar a una concepción de la Historia que corresponda a
ese estado. Tendremos entonces frente a nosotros nuestra misión, que consiste
en procurar el advenimiento del verdadero estado de excepción; y nuestra
posición frente al fascismo se fortalecerá en la misma medida. El hecho de que
sus adversarios lo enfrenten en nombre del progreso como norma histórica no es
la menor de sus ventajas. Asombrarse de que las cosas que vivimos sean "aún"
posibles en el siglo XX no tiene nada de filosófico. No es un asombro situado
en el principio de un conocimiento, como no sea el del carácter insostenible de
la representación de la historia que lo genera.
Tesis
IX
Para el vuelo están
listas mis alas,
me gustaría volver
atrás,
pues aun cuando me
quedara tiempo actual
poca dicha tendría.
Gerhard Scholem
Salut de l'ange
Hay un cuadro de
Klee que se llama Angelus Novus. En él vemos a un ángel que parece estar
alejándose de algo mientras lo mira con fijeza. Tiene los ojos desorbitados, la
boca abierta y las alas desplegadas. Ése es el aspecto que debe mostrar
necesariamente el ángel de la historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado.
Donde se nos presenta una cadena de acontecimientos, él no ve sino una sola y
única catástrofe, que no deja de amontonar ruinas sobre ruinas y las arroja a
sus pies. Querría demorarse, despertar a los muertos y reparar lo destruido.
Pero desde el Paraíso sopla una tempestad que se ha aferrado a sus alas, tan
fuerte que ya no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja irresistiblemente
hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que frente a él las ruinas se
acumulan hasta el cielo. Esa tempestad es lo que llamamos progreso.
Tesis
X
Los objetos que la
regla claustral asignaba a la meditación de los monjes tenían por misión
enseñarles el desprecio del mundo y sus pompas. Nuestras reflexiones actuales
proceden de una determinación análoga. En estos momentos, cuando yacen en
tierra los políticos en quienes los adversarios del fascismo habían depositado
su esperanza, y esos mismos políticos agravan la derrota traicionando su propia
causa, querríamos arrancar al hijo del siglo de las redes en las que ellos lo
encerraron. El punto de partida de nuestra reflexión es que la adhesión de esos
políticos al mito del progreso, su confianza en las "masas" que les
servían de "base" y, por último, su sometimiento a un aparato
incontrolable, no fueron sino tres aspectos de una misma realidad. Debemos
intentar dar una idea de cuán costoso es para nuestra manera habitual de pensar
el hecho de elaborar una concepción de la historia que no se preste a ninguna
complicidad con la concepción a la que se aferran dichos políticos.
Tesis
XI
Vicio secreto de la
socialdemocracia desde su origen, el conformismo no afecta sólo su táctica
política sino también sus concepciones económicas. Nada corrompió más al
movimiento obrero alemán que la convicción de nadar en el sentido de la
corriente, el sentido en el cual creía ir. Desde allí, no había más que dar un
paso para imaginar que el trabajo industrial, incluido en la marcha del
progreso técnico, era de por sí una actividad política. Con los obreros
alemanes, en una forma secularizada, la vieja ética protestante de las obras
celebraba su resurrección. El programa de Gotha contiene ya las huellas de esta
confusión. Define el trabajo como "la fuente de toda riqueza y toda
cultura", ante lo cual Marx, presintiendo lo peor, objetaba que el hombre
que sólo posee su fuerza de trabajo no puede sino ser "esclavo de otros
hombres… que se convirtieron en propietarios". Sin embargo, la confusión
se propaga más y más y pronto Josef Dietzgen anuncia: "El trabajo es el
Salvador del mundo moderno. En… la mejora del trabajo… está la riqueza, que
puede traer lo que hasta ahora no logró ningún redentor". Esta concepción
del trabajo, característica de un marxismo vulgar, apenas se detiene a
preguntarse cómo sirven los productos de ese trabajo a los trabajadores cuando
éstos no pueden disponer de ellos. Sólo quiere considerar los progresos del
dominio sobre la naturaleza, no las regresiones de la sociedad. Prefigura ya
los rasgos de la tecnocracia que más adelante encontraremos en el fascismo.
Sobre todo, una noción de la naturaleza que rompe de manera siniestra con la de
las utopías socialistas anteriores a 1848. Tal corno se lo concibe en nuestros
días, el trabajo apunta a la explotación de la naturaleza, explotación que con
ingenua suficiencia se opone a la del proletariado. Comparadas con esta
concepción positivista, las fantásticas imaginaciones de Fourier, que dieron
pábulo a tantas burlas, revelan un sorprendente buen sentido. Para él, el
efecto del trabajo social bien ordenado debería ser que cuatro lunas iluminaran
la noche de la tierra, los hielos se retiraran de los polos, el agua de mar
dejara de ser salada y los animales salvajes se pusieran al servicio del ser
humano. Todo esto ilustra un trabajo que, lejos de explotar la naturaleza, está
en condiciones de extraer de ella las creaciones virtuales que dormitan en su
seno. A la idea corrompida del trabajo corresponde la idea complementaria de
una naturaleza que, según la fórmula de Dietzgen, "es gratis".
Tesis
XII
Necesitamos la historia,
pero no como la necesita el ocioso hastiado en el jardín del saber.
Friedrich Nietzsche
Sobre la utilidad y los
perjuicios de la historia para la vida
El sujeto del saber
histórico es la clase combatiente, la misma clase oprimida. En Marx se presenta
como la última clase sojuzgada, la clase vengadora que, en nombre de las
generaciones vencidas, lleva a su término la obra de liberación. Esta
conciencia, que por breve tiempo recobró vigor en el espartaquismo, fue siempre
incongruente a los ojos de la socialdemocracia. En tres décadas, ésta logró
prácticamente borrar el nombre de un Blanqui, cuya voz de bronce estremeció el
siglo XIX. Le resultó agradable atribuir a la clase obrera el papel de
redentora de las generaciones venideras. De ese modo, debilitó sus mejores
fuerzas. En esa escuela, la clase obrera desaprendió tanto el odio como la
voluntad de sacrificio. Pues uno y otra se alimentan de la imagen de los
ancestros sometidos, no del ideal de los nietos liberados.
Tesis
XIII
Todos los días nuestra
causa se vuelve más clara y todos los días el pueblo se vuelve más sabio.
Josef Dietzgen
La philosophie social-démocrate
En su teoría, y más
aún en su praxis, la socialdemocracia se decidió por una concepción del
progreso que no tenía relación con lo real sino que formulaba una pretensión
dogmática. Tal como lo lucubraba la sesera de los socialdemócratas, el progreso
era, primero, un progreso de la humanidad misma (no simplemente de sus
aptitudes y sus conocimientos). Era, segundo, un progreso ilimitado (de acuerdo
con el carácter infinitamente perfectible de la humanidad). Tercero, se lo
consideraba esencialmente irresistible (por ser automático y seguir una línea
recta o una espiral). Cada una de estas características se presta a discusión y
podría criticarse. Empero, de pretenderse rigurosa, la crítica debe remontarse
más allá de esos rasgos y orientarse hacia lo que tienen en común. La idea de
un progreso de la especie humana a lo largo de la historia es inseparable de la
idea de su marcha a través de un tiempo homogéneo y vacío. La crítica centrada
en la idea de una marcha semejante es el fundamento necesario de la que acomete
contra la idea de progreso en general.
Tesis
XIV
El origen es la meta.
Karl Kraus
Paroles en vers, 1
La historia es
objeto de una construcción cuyo marco no es el tiempo homogéneo y vacío, sino
un ámbito lleno de "tiempo actual". Así, para Robespierre, la antigua
Roma era un pasado cargado de "tiempo actual", surgido del continuo
de la historia. La revolución francesa se entendía como un recomienzo de Roma.
Citaba la antigua Roma exactamente como la moda cita un traje de antaño. En su
recorrido por la jungla de otro tiempo, la moda husmeó la huella de lo actual.
Es el salto del tigre hacia el pasado. Ese salto sólo puede realizarse en una
arena donde manda la clase dirigente. Efectuado en pleno aire, el mismo salto
es el salto dialéctico, la revolución tal como la concibió Marx.
Tesis
XV
La conciencia de
hacer estallar el continuo de la historia es propia de las clases
revolucionarias en el instante de su acción. La gran revolución introdujo un
nuevo calendario. El día del comienzo de un nuevo calendario funciona como un
recolector histórico de tiempo. Y, en el fondo, ese mismo día vuelve siempre en
la forma de los días de fiesta, que son días de rememoración. Así, los
calendarios no cuentan el tiempo como los relojes. Son monumentos de una
conciencia de la historia de la que, desde hace cien años, parece haber
desaparecido en Europa hasta la más mínima huella. La revolución de julio
representó aún un episodio en el que esa conciencia pudo hacer valer su
derecho. En el anochecer del primer día de combate se comprobó que en varios
lugares de París, independientemente y en el mismo momento, se habían efectuado
disparos contra los relojes de los muros. Un testigo presencial, que acaso deba
su acierto a la rima, escribió entonces:
¿Quién lo creería?
Se dice que, irritados contra la hora,
Nuevos Josués, al
pie de cada torre,
Disparaban contra
las esferas para detener el día.
Tesis
XVI
Quien profesa el
materialismo histórico no puede renunciar a la idea de un presente que no es
transcurso, sino que se mantiene inmóvil en el umbral del tiempo. Esta idea
define justamente el presente en el que él personalmente, escribe la historia.
El historicista postula la imagen "eterna" del pasado; el teórico del
materialismo histórico hace de ese pasado una experiencia única en su tipo.
Deja a otros la tarea de agotarse en el burdel del historicismo con la
prostituta "érase una vez". Sigue siendo dueño de sus fuerzas:
bastante viril para hacer volar el contenido de la historia.
Tesis
XVII
El historicismo
culmina con pleno derecho en la Historia universal. Por su método, la
historiografía materialista se distingue de esa historia, quizá con más
claridad que ninguna otra. El historicismo carece de armazón teórica. Su
proceder es aditivo; utiliza la masa de los hechos para llenar el tiempo
homogéneo y vacío. La historiografía materialista, al contrario, se apoya en un
principio constructivo. Al pensamiento corresponde no sólo el movimiento de las
ideas sino también su reposo. Citando el pensamiento se fija de improviso en
una constelación saturada de tensiones, le comunica un choque que la cristaliza
en mónada. El partidario del materialismo histórico sólo se aproxima a un
objeto histórico cuando éste se le presenta como una mónada. En esa estructura
reconoce el signo de una suspensión mesiánica del devenir; en otras palabras,
de una posibilidad revolucionaria en el combate por el pasado oprimido.
Advierte la posibilidad de hacer salir a la fuerza del curso de la historia una
época determinada; así, saca de la época una vida determinada, y de la obra de
vida, una obra determinada. Como resultado de su método, se conservan y
suprimen en la obra, la obra de vida, en la obra de vida, la época, y en la
época, el curso entero de la historia. El fruto nutricio de lo que se capta
históricamente contiene en sí el tiempo como una semilla preciosa, pero
indiscernible al gusto.
Tesis
XVII a
Marx secularizó la
representación de la era mesiánica en la representación de la sociedad sin
clases. Y estaba bien. La desventura comenzó cuando la socialdemocracia hizo de
esa representación un "ideal". El ideal se definió en la doctrina
neokantiana como una "tarea infinita". Y esta doctrina era la
filosofía escolar de los partidos socialdemócratas, desde Schmidt y Stadler
hasta Natorp y Vorländer. Una vez definida la sociedad sin clases como tarea
infinita, el tiempo homogéneo y vacío se metamorfoseó, por así decirlo, en una
antecámara, en la cual se podía esperar con mayor o menor placidez la llegada
de una situación revolucionaria. En realidad, no existe un solo instante que no
lleve en sí su posibilidad revolucionaria; ésta sólo aspira a ser definida como
específica, a saber, como posibilidad de una solución enteramente nueva frente
a una tarea enteramente nueva. Para el pensador revolucionario, la posibilidad
revolucionaria propia de cada instante histórico se verifica en la situación
política. Pero se verifica en no menor medida por la capacidad de apertura
hacia un compartimiento bien determinado del pasado, cerrado hasta entonces. La
entrada en ese compartimiento coincide estrictamente con la acción política; y
debido a esa entrada, la acción política, por destructiva que sea, puede
reconocerse como mesiánica (La sociedad sin clases no es la meta última del
progreso en la historia sino, antes bien, su interrupción mil veces malograda
pero finalmente consumada).
Tesis
XVIII
"Con respecto
a la historia de la vida orgánica sobre la tierra (escribe un biólogo
contemporáneo) los miserables cincuenta mil años del homo sapiens representan
algo así como dos segundos al final de un día de veinticuatro horas. En esta
escala, toda la historia de la humanidad civilizada ocuparía una quinta parte
del último segundo de la última hora". El "tiempo actual" que,
como modelo de lo mesiánico, resume en un inmenso compendio la historia de toda
la humanidad, coincide rigurosamente con la figura constituida en el universo
por esa misma historia.
Tesis
A
El historicismo se
conforma con establecer un lazo causal entre los diversos momentos de la
historia. Pero jamás hay una realidad de hecho que sea, desde el comienzo y en
concepto de causa, un suceso ya histórico. Llega a serlo, a título póstumo,
gracias a acontecimientos de los que puede estar separada por milenios. El
historiador que parte de allí deja de desgranar la sucesión de los
acontecimientos como un rosario. Capta la constelación en la cual ha entrado su
época con una época anterior perfectamente determinada. Funda así un concepto
del presente como tiempo actual en el que han penetrado astillas del tiempo
mesiánico.
Tesis
B
Por cierto, los
adivinos que lo interrogaban para saber qué ocultaba en su seno no hacían la
experiencia de un tiempo homogéneo ni vacío. Quien considere así las cosas
podrá, tal vez, discernir de qué manera el tiempo pasado fue objeto de
experiencia en la rememoración: de la manera, justamente, que hemos dicho. Como
se sabe, los judíos tenían prohibido predecir el futuro. La Torá y la plegaria
les enseñaban, en cambio, la rememoración. Para ellos, la rememoración
desencantaba el porvenir al cual sucumbieron quienes buscaban conocimientos en
los adivinos. Pero para los judíos, no obstante, el futuro no se convirtió en
un tiempo homogéneo y vacío. Pues en él cada segundo era la puerta estrecha a
través de la cual podía pasar el Mesías.
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