martes, 28 de abril de 2020

La primera guerra mundial


El inicio de la primera guerra mundial en 1914 marcó una línea divisoria entre dos épocas. Hasta ese momento el capitalismo, a pesar de las desigualdades y conflictos que generaba, se expandía exitosamente por el mundo. Parecía que nada podía detenerlo. Sin embargo, el estallido de 1914 reveló que los países centrales estaban dispuestos a enfrentarse tanto por sus necesidades e intereses económicos como por el avance de ideas nacionalistas.
El estallido de la gran guerra obedeció a causas económicas, políticas y también ideológicas. Un componente de la ideología europea que tuvo una gran gravitación fue el nacionalismo. En los años previos a la guerra se afirmaban en los pueblos de Europa sentimientos nacionalistas cada vez más exaltados. En algunos casos, se trataba de pueblos que se hallaban sometidos al dominio político de un Estado imperial, como los serbios bajo el Imperio austrohúngaro o los pueblos sometidos al Imperio ruso zarista. En otros casos, el nacionalismo expresaba los deseos de unificación o expansión de las fronteras políticas, como era el caso de los alemanes, o el orgullo de una nación derrotada, como Francia en 1870. El avance del nacionalismo fue tan poderoso que hasta llegó a cambiar la posición de amplios sectores del movimiento obrero: muchos socialdemócratas, inicialmente internacionalistas y pacifistas, fueron arrastrados a posiciones nacionalistas y beligerantes.

Rivalidades y alianzas
Desde la guerra franco-prusiana, el sentimiento nacional francés había quedado herido por la pérdida de los territorios de Alsacia y Lorena. La política exterior alemana buscó establecer alianzas que le aseguraran aislar a Francia ante una eventual revancha. Esta rivalidad franco-alemana fue el origen de diferentes pactos entre los Estados europeos. Era difícil establecer acuerdos permanentes entre potencias imperialistas que competían por mercados en un mundo ya repartido. Por lo tanto, los pactos se renovaban periódicamente y no todos los acuerdos tenían carácter público. Por encima de esta complicada trama de relaciones internacionales quedó establecido un acuerdo defensivo antifrancés entre Alemania y el Imperio austrohúngaro, conocido como la Tripla Alianza.
Francia, por su parte, logró un acuerdo con Rusia y Gran Bretaña, la Triple Entente o Entente Cordial, gracias a la penetración de sus capitales en el Imperio de los zares y a la desconfianza que los ingleses tenían frente a la expansión industrial alemana.
Debido a la complejidad de los múltiples acuerdos existentes, el estallido de un conflicto entre dos países podía desencadenar una confrontación continental. El 28 de junio de 1914 un incidente hizo estallar este conflicto.
Un joven estudiante bosnio de diecinueve años, miembro de un partido secreto panserbio de carácter nacionalista, asesinó al archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro, en Sarajevo, capital de Bosnia. Ésta fue la excusa que los austríacos tuvieron para atacar a Serbia. A partir de entonces, en pocos días se sucedieron las declaraciones de guerra de país a país, hasta quedar casi toda Europa dividida en dos bandos enfrentados: los aliados, nucleados por la Triple Entente conjuntamente con Bélgica, Serbia, Italia, Rumania, Estados Unidos, Grecia y Portugal; frente a los Imperios o potencias centrales unidos por la Triple Alianza, junto a Turquía y Bulgaria.
Japón, por su parte, halló la ocasión para apropiarse de las bases alemanas en China.
Sólo permanecerán neutrales España, Holanda, Suiza y los países escandinavos.

Otras situaciones que provocaron el enfrentamiento
El cambio en la política exterior alemana por el ascenso al trono de Guillermo II y la destitución del canciller Bismarck en 1890. Guillermo II impuso una política que pretendía el logro para Alemania de la hegemonía mundial.
El surgimiento de las potencias extraeuropeas: los Estados Unidos y el Japón.
El cambio tecnológico propiciado por la segunda revolución industrial cambió la correlación de fuerzas en Europa. Alemania amenazó el tradicional predominio de Inglaterra, tanto en el terreno económico como en el militar.
El desarrollo tecnológico también fue aplicado a la creación de nuevos armamentos y las grandes naciones europeas emprendieron una carrera armamentista. Según un cronista, nunca los Estados europeos habían mantenido tan gigantescos ejércitos en tiempos de paz como a principios del siglo XX.
La política imperialista que desplegaban todos los países agravó la competencia entre las potencias europeas en busca de territorios y mercados para sus productos.
En este marco de creciente competencia surgieron otros conflictos territoriales. Por ejemplo, la rivalidad entre Rusia y Austria-Hungría por la hegemonía en la región de los Balcanes.

Europa en guerra
El estallido de la guerra no tomó por sorpresa a los mando militares europeos. Los alemanes tenían un plan de ataque, el Plan Schlieffen, que consistía en atacar a Francia y derrotarla en dos meses y luego incursionar en territorio ruso.
En agosto de 1914 las tropas alemanas entraron en Bélgica y ocuparon rápidamente el norte de Francia. Sin embargo, Francia pudo movilizar velozmente a sus ejércitos gracias a su sistema ferroviario. En septiembre, franceses y alemanes se enfrentaron a lo largo del río Marne. En el frente oriental las tropas alemanas vencieron a los rusos en Tannenberg; mientras el ejército austrohúngaro era derrotado, teniendo que retirarse de Polonia.
La paridad entre ambos ejércitos determinó que cesara el avance alemán y que cambiara el carácter de la guerra: fue el fin de la guerra de movimientos y el inicio de la guerra de trincheras.
El frente quedó estabilizado a lo largo de ochocientos kilómetros. Los ejércitos apenas avanzaban o retrocedían unos pocos kilómetros, lo cual demostró que ninguna alianza estaba en condiciones de aniquilar a la otra. La guerra, que al principio parecía iba a ser rápida, se mostraba ahora demasiado equilibrada. Los contendientes iban a intentar nuevas técnicas como el empleo de gases tóxicos, el bloqueo submarino y la creación de nuevos frentes. Esta situación generó un progresivo desgaste y agotamiento en ambos bandos.
En febrero de 1916 el mando alemán, decidido a acabar con las trincheras francesas e inició una ofensiva contra Verdún, pero durante diez meses las tropas francesas lograron resistir.
La ofensiva austro-alemana en el frente oriental quedó detenida por la victoria rusa en Tarnopol.
Los frentes abiertos para romper el estancamiento se hallaban en el Cáucaso, los Dardanelos (batalla de Gallipoli) y Macedonia.

La paz de Versalles y el liderazgo de Estados Unidos
El desequilibrio entre las alianzas europeas se produjo con la revolución rusa y el ingreso de Estados Unidos al conflicto.
La guerra aceleró el hundimiento del gobierno zarista. La abdicación de Nicolás II llevó a la firma unilateral de la paz entre Rusia y Alemania, el tratado de Brest-Litovsk, por la que ambos países reconocían la independencia de Polonia, Ucrania, Finlandia y las provincias bálticas. Era una medida impuesta por Alemania, que se aseguraba así un cordón de seguridad en su frontera oriental.
Durante los tres primeros años, los norteamericanos no participaron en las acciones militares. Sin embargo, intervinieron en la guerra de manera indirecta: vendieron armas y alimentos y otorgaron créditos a los países aliados. Esto resultó beneficioso para su economía. Las empresas norteamericanas obtuvieron nuevos mercados para sus productos industriales, ya que los países europeos debieron concentrar su capacidad productiva en los requerimientos de una guerra inesperadamente prolongada.
El factor que forzó a Estados Unidos a romper su neutralidad fue el inicio, por parte de Alemania, de la guerra submarina. La presencia de submarinos alemanes en el Atlántico no sólo dificultó el desplazamiento de las naves de guerra aliadas sino que además hizo peligrar el tráfico de barcos mercantes que abastecían de alimentos a Gran Bretaña.
También contribuyó el contenido del telegrama Zimmermann, interceptado por los servicios de información ingleses. En dicho telegrama, enviado por el ministro de Asuntos Exteriores alemán al embajador de su país en México, se apuntaba la posibilidad de una alianza germano-mexicana con el fin de que, si Estados Unidos entraba en guerra, soldados mexicanos marcharan hacia el norte, prometiéndole la recuperación, en los acuerdos de paz, de Nuevo México, Texas y Arizona.
Firmada la paz con Rusia, los alemanes trasladan sus tropas al frente occidental. En marzo de 1918 consiguen derrotar a los aliados en Picardía, pero en mayo, en la segunda batalla del Marne, fueron detenidos por las tropas aliadas.
El envío de un millón y medio de soldados norteamericanos a Europa inclinó el resultado de la guerra en favor de los aliados, ante una Alemania agotada económicamente y reducida a la defensiva. Se iniciaron conversaciones de paz, de las que se excluyó a Alemania, a fin de acordar una salida negociada entre las potencias vencedoras. El papel protagónico lo tuvo el presidente norteamericano W. Wilson, quien propuso un programa de paz, los Catorce puntos, que fue la base de los acuerdos finales.
Finalmente, en septiembre de 1918, los generales alemanes pidieron el armisticio. La pérdida de la guerra supuso para las potencias centrales una grave crisis política, abdicando los emperadores Guillermo II de Alemania y Carlos II de Austria.
La conclusión de este proceso fue la Conferencia de Versalles, celebrada en junio de 1919. Se firmó un tratado que puso formalmente fin a la guerra, estipulándose las condiciones con los cinco países vencidos mediante cinco tratados por separado cuyos nombres corresponden a barrios parisienses: el de Versalles con Alemania, Saint-Germain con Austria, Neuilly con Bulgaria, Trianon con Hungría y Sèvres con Turquía.
Se propuso además establecer una Sociedad de Naciones, organismo político internacional, con el fin de hallar un ámbito en el cual resolver de manera pacífica los conflictos internacionales. Sociedad de Naciones debía administrar las ex colonias alemanas y supervisar los territorios perdidos por Turquía y confiados como mandatos a otras naciones: Siria y Líbano a Francia, Palestina e Irak a Gran Bretaña.
Europa se modificó sustancialmente con la formación de nuevos Estados, la desaparición de los grandes imperios convertidos en repúblicas y el sacrificio de Alemania, considerada responsable.
El saldo de la guerra fue de ocho millones de muertos y veintiún millones de heridos.

Otras consecuencias
* Las numerosas pérdidas humanas, que afectaron el desarrollo demográfico posterior.
* Los mutilados de guerra, que fueron un trauma para la sociedad europea.
* Las destrucciones en el norte de Francia, a veces con carácter irrecuperable.
* La decadencia de Europa y el paso de sus mercados coloniales a Estados Unidos y Japón.
* El despertar de los nacionalismos en el mundo de las colonias.
* El desarrollo de los sindicatos y la incorporación de la mujer al trabajo.
* La aparición del primer país socialista: la URSS, y el temor a la expansión de este proceso revolucionario.
* La nueva organización de las fronteras y del mapa político europeo.

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