martes, 3 de marzo de 2020

El golpe de Estado de 1943


El golpe de Estado del 4 de junio de 1943 puso fin a la etapa de los gobiernos fraudulentos de la Concordancia. Durante la etapa 1943-1946, convulsionada por la crisis política local y la segunda guerra mundial, se sucedieron en la presidencia los generales Rawson, Ramírez y Farrell.
Las explicaciones coinciden en el origen exclusivamente militar del movimiento, y del proyecto político iniciado en 1943. Sin embargo, otras interpretaciones consideran que el golpe constituyó la culminación del avance del fascismo. Otras, en cambio, lo entienden como un proyecto industrializador y modernizador, que sentó las bases de la democracia de masas, al incorporar a la ciudadanía y al consumo a los sectores populares. Finalmente, otras interpretaciones lo consideran un fenómeno complejo, y analizan el acontecimiento crucial de este proceso: el nacimiento del peronismo.

El contexto político del golpe
El gobierno de Castillo permaneció aislado y jaqueado por una oposición política antifascista, que insistió en sus denuncias sobre las traiciones a la democracia que, según ellos, había promovido o encubierto el presidente conservador. Por su parte, los sectores proaliados denunciaron la neutralidad durante la segunda guerra mundial como una traición a la democracia occidental y a los socios tradicionales del país.
A su vez, algunos sectores católicos manifestaron estar hastiados del fraude y los negociados, otros reclamaron una mayor intervención social del Estado; un tercer grupo, radicalizado hacia la derecha, hablaron del fin del liberalismo y de la necesidad de cristianizar el poder político y la sociedad.
Todas estas frustraciones y expectativas hicieron que el golpe militar del 4 de junio de 1943 fuera recibido con esperanza por algunos sectores políticos y sociales. La conducción del radicalismo se encontró en medio de la incertidumbre y el desconocimiento sobre quiénes eran los autores y cuáles los objetivos del golpe (los radicales habían estado en conversaciones con el general Ramírez cuando era ministro de Guerra de Castillo, y lo apoyaron por su condena al fraude, del que se consideraban las principales víctimas).
Del golpe surgió como presidente el general Rawson, pero su propuesta de gabinete fue rechazada por el GOU, cuya influencia había sido decisiva en los acontecimientos. Tres días después, asumió la presidencia el general Ramírez, con un gabinete predominantemente militar.
El flamante presidente clausuró el Congreso, designó en Educación a destacados intelectuales nacionalistas e implantó la enseñanza religiosa en las escuelas. Se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión (en reemplazo del viejo Departamento Nacional de Trabajo), a cuyo frente asumió el coronel Perón; quien, desde ese lugar estratégico, comenzó su política de acercamiento al movimiento obrero.
El curso de la guerra siguió condicionando el poder político: presiones internacionales obligaron al presidente, que había mantenido la neutralidad frente al conflicto, a romper relaciones con el Eje a comienzos de 1944. Esta decisión tardía no sólo le ganó enemigos internos entre los nacionalistas (sus aliados), sino que tampoco alcanzó a revertir la sospecha respecto de sus simpatías nazifascistas.
La clausura del Congreso (y el decreto de disolución de los partidos políticos, de 1943) condujo a los dirigentes de todos los partidos a la conclusión de que se trataba de una dictadura de corte fascista. Esta idea se reafirmó por el impulso dado por el gobierno a la industrialización y la intervención del Estado en las relaciones entre empresarios y trabajadores, alentada por Perón.
Dirigentes radicales, socialistas, comunistas, demócratas progresistas y conservadores emigraron hacia Uruguay. Esta primera actividad conjunta, de los que se opusieron al gobierno de facto, permitió establecer una red de acuerdos; que poco después sirvió de base para conformar la alianza política que enfrentó a Perón en 1946: la Unión Democrática.
El general Farrell asumió las funciones de presidente, luego de la renuncia del general Ramírez, que había visto debilitada su posición cuando rompió relaciones con el Eje. Poco después de asumir, el nuevo presidente (que compartió gestión con Perón, como vicepresidente) recibió un petitorio de algunos oficiales del ejército que se hacían eco de los reclamos de los partidos políticos. En él, solicitaban la normalización institucional inmediata, la restitución de las garantías constitucionales y el retorno del ejército a sus tareas específicas.
La preocupación que evidenciaba el petitorio había nacido de los rumores de que se preparaba una continuidad indefinida de los militares en el poder, por sí o por medio de un candidato que prolongara la situación. Ya para entonces, Perón era visto como el hombre fuerte del gobierno (no sólo era vicepresidente, estaba al frente del ministerio de Guerra y de la Secretaría de Trabajo y Previsión; sino que, además, su popularidad crecía entre los obreros industriales). Perón también entabló diálogo con dirigentes del radicalismo, pero generó enorme repudio entre gran parte de los partidos políticos que lo consideraban fascista.
La posición del país frente a la segunda guerra mundial siguió generando rechazos, y el presidente Farrell se vio obligado a declarar la guerra a Alemania y Japón.
La derrota del Eje produjo enorme optimismo, en los partidos políticos y en la ciudadanía en general, sobre el destino terminal del gobierno militar. Éste puso en vigencia un estatuto de partidos políticos, que fijaba las reglas de la vida política y prometía elecciones limpias y sin proscripciones para fin de año.
En ese contexto, los opositores organizaron una manifestación antigubernamental y antifascista, que reunió a todo el arco político y a diversos sectores: universitarios, profesionales, empleados públicos, etc. Se realizó el 19 de septiembre de 1945 y la llamaron "Marcha de la Constitución y la Libertad". La multitud reclamó el fin del gobierno militar, la entrega del poder a la Corte Suprema de Justicia y el inmediato llamado a elecciones.

El 17 de octubre
En octubre de 1945, las fuerzas armadas se hicieron eco del malestar político y las presiones de la oposición. En una reunión con el presidente Farrell, los oficiales exigieron la renuncia de Perón a todos los cargos y el nombramiento, en el gabinete, de militares que generaran mayor confianza en la ciudadanía democrática.
Perón, que logró despedirse de los trabajadores por cadena nacional, fue arrestado y recluido en la isla Martín García, mientras el gobierno preparaba cambios en el gabinete. A partir de entonces, se produjo una serie de hechos de gran trascendencia en la historia política argentina. Perón dio parte de enfermo y el presidente Farrell logró que fuera trasladado a Buenos Aires. El general Ávalos, uno de los principales contactos del radicalismo, intentó evitar el caos ofreciendo la presidencia al dirigente radical Sabattini, quien la rechazó.
El 17 de octubre, algunos dirigentes sindicales prepararon una gran movilización, en reclamo de la libertad y la restitución de Perón al gobierno. Ésta comenzó con el desplazamiento de obreros de Berisso y Ensenada, a los que se sumaron trabajadores de otras zonas del Gran Buenos Aires, hacia el centro de la Capital Federal.
Una polémica envolvió tempranamente este acontecimiento. Para unos, la movilización no fue espontánea, sino el resultado de la acción de colaboradores de Perón (entre ellos, la que sería su esposa, Eva Duarte) que, con ayuda de la policía, intimidaron a los trabajadores para que marcharan. Para otros, se trató de una acción espontánea en defensa del líder de los trabajadores, por lo que designaron el hecho como "Día de la Lealtad", y lo consideraron el acto fundacional del peronismo.
La movilización avanzó hacia el centro, y causó profunda inquietud en el gobierno, quien acordó no emplear armas para contener a la multitud.
Los militares opositores a Perón no querían ceder ante el reclamo masivo, pero finalmente le solicitaron que se trasladara a Casa de Gobierno, saliera al balcón e invitara a los manifestantes a retirarse. Previamente, se le había exigido que firmara la solicitud de pase a retiro del ejército. Esa noche, presentado por Farrell, Perón dirigió un breve discurso a los trabajadores allí reunidos.
La movilización del 17 de octubre fue decisiva para el destino político de Perón; dado que, desde ese momento, fue presidenciable. El gobierno siguió implementando las políticas sociales que había impulsado Perón, que culminaron con el decreto que instituyó el aguinaldo, cuya obligatoriedad generó resistencias empresarias.
Para las elecciones de 1946, la oposición a Perón propuso la candidatura de Tamborini, y luego cada partido presentó su propia lista de legisladores.
Los comicios se celebraron el 24 de febrero, y fueron los primeros sin proscripciones ni fraudes desde 1928.
El escrutinio fue largo, y el resultado definitivo fue 56 por ciento de los votos para Perón y 44 por ciento para Tamborini.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En caso de comentar una publicación se ruega tener especial cuidado con la ortografía y el vocabulario empleado.