El golpe de Estado
del 4 de junio de 1943 puso fin a la etapa de los gobiernos fraudulentos de la Concordancia.
Durante la etapa 1943-1946, convulsionada por la crisis política local y la
segunda guerra mundial, se sucedieron en la presidencia los generales Rawson,
Ramírez y Farrell.
Las explicaciones
coinciden en el origen exclusivamente militar del movimiento, y del proyecto político
iniciado en 1943. Sin embargo, otras interpretaciones consideran que el golpe constituyó
la culminación del avance del fascismo. Otras, en cambio, lo entienden como un
proyecto industrializador y modernizador, que sentó las bases de la democracia
de masas, al incorporar a la ciudadanía y al consumo a los sectores populares.
Finalmente, otras interpretaciones lo consideran un fenómeno complejo, y
analizan el acontecimiento crucial de este proceso: el nacimiento del
peronismo.
El
contexto político del golpe
El gobierno de
Castillo permaneció aislado y jaqueado por una oposición política antifascista,
que insistió en sus denuncias sobre las traiciones a la democracia que, según
ellos, había promovido o encubierto el presidente conservador. Por su parte,
los sectores proaliados denunciaron la neutralidad durante la segunda guerra
mundial como una traición a la democracia occidental y a los socios
tradicionales del país.
A su vez, algunos
sectores católicos manifestaron estar hastiados del fraude y los negociados,
otros reclamaron una mayor intervención social del Estado; un tercer grupo,
radicalizado hacia la derecha, hablaron del fin del liberalismo y de la
necesidad de cristianizar el poder político y la sociedad.
Todas estas
frustraciones y expectativas hicieron que el golpe militar del 4 de junio de
1943 fuera recibido con esperanza por algunos sectores políticos y sociales. La
conducción del radicalismo se encontró en medio de la incertidumbre y el
desconocimiento sobre quiénes eran los autores y cuáles los objetivos del golpe
(los radicales habían estado en conversaciones con el general Ramírez cuando
era ministro de Guerra de Castillo, y lo apoyaron por su condena al fraude, del
que se consideraban las principales víctimas).
Del golpe surgió
como presidente el general Rawson, pero su propuesta de gabinete fue rechazada por
el GOU, cuya influencia había sido decisiva en los acontecimientos. Tres días
después, asumió la presidencia el general Ramírez, con un gabinete
predominantemente militar.
El flamante
presidente clausuró el Congreso, designó en Educación a destacados
intelectuales nacionalistas e implantó la enseñanza religiosa en las escuelas.
Se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión (en reemplazo del viejo
Departamento Nacional de Trabajo), a cuyo frente asumió el coronel Perón;
quien, desde ese lugar estratégico, comenzó su política de acercamiento al
movimiento obrero.
El curso de la
guerra siguió condicionando el poder político: presiones internacionales
obligaron al presidente, que había mantenido la neutralidad frente al
conflicto, a romper relaciones con el Eje a comienzos de 1944. Esta decisión
tardía no sólo le ganó enemigos internos entre los nacionalistas (sus aliados),
sino que tampoco alcanzó a revertir la sospecha respecto de sus simpatías nazifascistas.
La clausura del Congreso
(y el decreto de disolución de los partidos políticos, de 1943) condujo a los
dirigentes de todos los partidos a la conclusión de que se trataba de una
dictadura de corte fascista. Esta idea se reafirmó por el impulso dado por el
gobierno a la industrialización y la intervención del Estado en las relaciones
entre empresarios y trabajadores, alentada por Perón.
Dirigentes
radicales, socialistas, comunistas, demócratas progresistas y conservadores
emigraron hacia Uruguay. Esta primera actividad conjunta, de los que se
opusieron al gobierno de facto, permitió establecer una red de acuerdos; que
poco después sirvió de base para conformar la alianza política que enfrentó a
Perón en 1946: la Unión Democrática.
El general Farrell
asumió las funciones de presidente, luego de la renuncia del general Ramírez, que
había visto debilitada su posición cuando rompió relaciones con el Eje. Poco
después de asumir, el nuevo presidente (que compartió gestión con Perón, como
vicepresidente) recibió un petitorio de algunos oficiales del ejército que se
hacían eco de los reclamos de los partidos políticos. En él, solicitaban la
normalización institucional inmediata, la restitución de las garantías
constitucionales y el retorno del ejército a sus tareas específicas.
La preocupación que
evidenciaba el petitorio había nacido de los rumores de que se preparaba una continuidad
indefinida de los militares en el poder, por sí o por medio de un candidato que
prolongara la situación. Ya para entonces, Perón era visto como el hombre
fuerte del gobierno (no sólo era vicepresidente, estaba al frente del
ministerio de Guerra y de la Secretaría de Trabajo y Previsión; sino que,
además, su popularidad crecía entre los obreros industriales). Perón también
entabló diálogo con dirigentes del radicalismo, pero generó enorme repudio
entre gran parte de los partidos políticos que lo consideraban fascista.
La posición del
país frente a la segunda guerra mundial siguió generando rechazos, y el
presidente Farrell se vio obligado a declarar la guerra a Alemania y Japón.
La derrota del Eje
produjo enorme optimismo, en los partidos políticos y en la ciudadanía en general,
sobre el destino terminal del gobierno militar. Éste puso en vigencia un
estatuto de partidos políticos, que fijaba las reglas de la vida política y
prometía elecciones limpias y sin proscripciones para fin de año.
En ese contexto,
los opositores organizaron una manifestación antigubernamental y antifascista,
que reunió a todo el arco político y a diversos sectores: universitarios,
profesionales, empleados públicos, etc. Se realizó el 19 de septiembre de 1945
y la llamaron "Marcha de la Constitución y la Libertad". La multitud
reclamó el fin del gobierno militar, la entrega del poder a la Corte Suprema de
Justicia y el inmediato llamado a elecciones.
El
17 de octubre
En octubre de 1945,
las fuerzas armadas se hicieron eco del malestar político y las presiones de la
oposición. En una reunión con el presidente Farrell, los oficiales exigieron la
renuncia de Perón a todos los cargos y el nombramiento, en el gabinete, de
militares que generaran mayor confianza en la ciudadanía democrática.
Perón, que logró
despedirse de los trabajadores por cadena nacional, fue arrestado y recluido en
la isla Martín García, mientras el gobierno preparaba cambios en el gabinete. A
partir de entonces, se produjo una serie de hechos de gran trascendencia en la
historia política argentina. Perón dio parte de enfermo y el presidente Farrell
logró que fuera trasladado a Buenos Aires. El general Ávalos, uno de los
principales contactos del radicalismo, intentó evitar el caos ofreciendo la
presidencia al dirigente radical Sabattini, quien la rechazó.
El 17 de octubre,
algunos dirigentes sindicales prepararon una gran movilización, en reclamo de
la libertad y la restitución de Perón al gobierno. Ésta comenzó con el
desplazamiento de obreros de Berisso y Ensenada, a los que se sumaron
trabajadores de otras zonas del Gran Buenos Aires, hacia el centro de la Capital
Federal.
Una polémica
envolvió tempranamente este acontecimiento. Para unos, la movilización no fue espontánea,
sino el resultado de la acción de colaboradores de Perón (entre ellos, la que
sería su esposa, Eva Duarte) que, con ayuda de la policía, intimidaron a los
trabajadores para que marcharan. Para otros, se trató de una acción espontánea
en defensa del líder de los trabajadores, por lo que designaron el hecho como "Día
de la Lealtad", y lo consideraron el acto fundacional del peronismo.
La movilización
avanzó hacia el centro, y causó profunda inquietud en el gobierno, quien acordó
no emplear armas para contener a la multitud.
Los militares
opositores a Perón no querían ceder ante el reclamo masivo, pero finalmente le solicitaron
que se trasladara a Casa de Gobierno, saliera al balcón e invitara a los
manifestantes a retirarse. Previamente, se le había exigido que firmara la
solicitud de pase a retiro del ejército. Esa noche, presentado por Farrell,
Perón dirigió un breve discurso a los trabajadores allí reunidos.
La movilización del
17 de octubre fue decisiva para el destino político de Perón; dado que, desde ese
momento, fue presidenciable. El gobierno siguió implementando las políticas
sociales que había impulsado Perón, que culminaron con el decreto que instituyó
el aguinaldo, cuya obligatoriedad generó resistencias empresarias.
Para las elecciones
de 1946, la oposición a Perón propuso la candidatura de Tamborini, y luego cada
partido presentó su propia lista de legisladores.
Los comicios se
celebraron el 24 de febrero, y fueron los primeros sin proscripciones ni fraudes
desde 1928.
El escrutinio fue
largo, y el resultado definitivo fue 56 por ciento de los votos para Perón y 44
por ciento para Tamborini.
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